La transformación de doña Monsi en paloma provocó que tuviéramos que adaptarnos a un nuevo ritmo de vida. La buchona se pasaba el día revoloteando por el edificio, y eso generó un estrés desmedido en Carmela, que no solo tenía que hacer frente a las pelusas que se habían organizado y actuaban en cuadrillas, sino también a los restos pastosos y corrosivos que iba dejando la presidenta en cualquier rincón. Una mañana casi se la carga de un golpe seco con la fregona, pero Úrsula estuvo al quite y le recordó que aquella era la presidenta. Mientras tanto, Eisi buscaba una solución para deshacer el hechizo o lo que quiera que hubiera ocurrido.

-¿Y si pedimos ayuda a algún profesional?- sugirió Brígida.

-El único que podría convertirla de nuevo en humana es David Copperfield, pero no tenemos dinero para pagarle -comentó la Padilla.

-A mí me da que más que un truco de magia esto es como lo de Kafka: una metamorfosis -apuntó Neruda.

-¿Y eso qué es? -preguntó María Victoria.

-Una enfermedad del metamorfo -afirmó Úrsula, y su vecina salió corriendo por si era contagioso.

-Calma a todos. He encontrado la solución -aseguró Eisi, mientras salía del ascensor acompañado de un tipo diminuto con un sombrero de copa enorme-. Les presento al Mago Tras Tras.

Era una versión cutre y reducida de Copperfield.

-Encantada -dijo la Padilla.

-Imposible, señora. Aún no he pronunciado las palabras mágicas -dijo él, abriendo un maletín para sacar una varita.

-Traigan a la buchona -ordenó Eisi.

-Pero si no hace caso a nuestras llamadas -recordó Carmela.

-Entonces, habrá que sobornarla -dijo el mago.

Brígida, que captó el mensaje, subió a buscar restos de pan y los esparció por el suelo del portal. En cinco segundos, doña Monsi llegó volando y se posó a comer.

El Mago Tras Tras se quitó el sombrero y con la otra mano extendió la varita mágica hacia la paloma, pero, antes, se dirigió a nosotros.

-Disculpen un segundo. Mi truco será más efectivo previo pago.

-Pero ¿este no era amigo tuyo? -se quejó la Padilla a Eisi.

-Sí, compartimos celda en la cárcel. Él salió unos meses antes que yo. Hizo escapismo.

A regañadientes, depositamos el dinero dentro del sombrero. Mientras el mago se guardaba los billetes en el bolsillo, doña Monsi no paraba de picotear las migajas.

-Oiga, señor mago, como ya ha cobrado, ¿podría encender la varita esa y devolvernos ya a la presidenta? -le apremió Úrsula.

El hombre cerró los ojos, como si estuviera tratando de conectar con el más allá, volvió a extender el brazo y pronunció la frase mágica.

-¡Que la suerte te acompañe!

-Eh, quieto ahí. Queremos a la presidenta, no a Darth Vader -interrumpió Carmela, pensando en la polvareda de pelusas que levantaría la respiración del villano.

Para nuestra sorpresa, aquella frase lo único que logró fue que la paloma cayera desplomada al suelo.

-¡La ha matado! -gritó Brígida.

-Pero, tío, ¿qué has hecho? -le largó Eisi a su amigo.

-Yo… No sé qué ha fallado -contestó mientras examinaba la varita.

-Está más tiesa que una mojama -confirmó Carmela.

-Pues ahora sí que tendremos que llamar a la policía. Se ha cometido un crimen -dijo María Victoria, que se había colocado la máscara antigás por si cogía la metamorfosis.

-¡Che! Quietos todos -gritó Eisi-. No ha sido él.

-¿Entonces? -exclamó Úrsula.

-Miren ese pan. Está más pasado que la ITV de mi coche. Ha sido Brígida. Ella la ha envenenado.

-Pero ¿qué dices? Yo no he hecho nada -y empezó a llorar.

En medio de aquel alboroto, se abrió la puerta del edificio y, ante nuestros ojos, apareció doña Monsi debajo de su nubecilla capilar. Al verla, el Mago Tras Tras suspiró aliviado y recogió sus cosas.

-Bueno, señores, me marcho con la satisfacción del deber cumplido. Les he devuelto a su presidenta.

-Pero ¿qué es todo este lío? -preguntó doña Monsi, dejando la maleta en el suelo-. Me voy dos semanas a Barcelona y la que montan.

Saber que Brígida no había matado a doña Monsi nos devolvió la tranquilidad, pero nos dejó una magua y la duda de saber si, en algún momento, aquella paloma albergó su alma o todo fue fruto de nuestra imaginación.

Lo que sí es una verdad irrefutable es que el Mago Tras Tras hizo caja.

@IrmaCervino

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