No es la primera vez, ni por descontado la última, que escribimos aquí sobre la situación de la sanidad en Canarias, del trato de los responsables políticos, que (también hay algún médico o enfermera convencidos de que los centros donde trabajan les pertenecen), con sus decisiones incompetentes, sitúan a los pacientes ante un mundo de traslados de un lado para otro sin que medie solución alguna a sus problemas de salud, enclaustrándolos en los terroríficos pasillos de las distintas urgencias de los hospitales (ya han llegado a los privados), produciéndose traumatizantes estancias en esas zonas sin el más mínimo respeto a la intimidad, sujetos, además, al tiempo que los galenos dedican a emitir un diagnóstico que los conducirá, irremediablemente, a un número, a un año, a un mes, a una fecha y hora concretas muy lejanas en el tiempo (listas de espera), ante una necesaria intervención quirúrgica. El paciente se resigna y, desesperadamente, busca la forma de convertirse en cliente de un centro privado. En estas clínicas continúan siendo distintas la atención y las diligencias, aunque no desaparecen las pesadillas adquiridas en las públicas basadas en una calle muy larga y estrecha abarrotada de camas a ambos lados.

Los profesionales sanitarios destinados a los servicios de urgencias se esfuerzan lo indecible en atender a los casi trescientos casos que, día tras día, se amontonan a las puertas del centro. Existe una falta absoluta de especialistas, de médicos en general, de instalaciones caducadas y otras vacías, nadie sabe por qué. Los más atrevidos apuntan a que los quirófanos siguen cerrados y que el servicio, en general, no funciona ni por las tardes ni en los fines de semana. Y todo se acumula. Parece que hay que lograr trastornar, aún más, a aquel que ha tenido la mala fortuna de caer enfermo. Estas perlas, y alguna que otra, han sido escritas aquí mismo y nadie de nuestros ilustres ineptos se ha dignado a desmentir o a corregir. Si, igualmente, un profesional de la medicina denuncia estas situaciones (mucho mejor que nosotros porque conoce de primera mano el intríngulis y toda la serie de acciones que se llevan a cabo en un centro de salud), entonces el Gobierno se encuentra ante una persona que "traiciona" el buen funcionamiento del Servicio Canario de Salud, lo tachan de "indeseable" y, por tanto, se debe perseguir, aburrir y prescindir de sus servicios, utilizando el eufemismo de la jubilación anticipada, consiguiéndose que prestigiosos profesionales se vayan a la calle dejando atrás un servicio vacío y sin cubrir. Estos errores, entre otros más graves, son los que han conducido a nuestra Comunidad Autónoma a la cola de la sanidad en España.

Es por ello que en el último debate sobre el estado de la nacionalidad (¿) canaria apreciamos en el presidente del Gobierno canario, Fernando Clavijo, estar avergonzado de esta gestión que se prolonga en el tiempo, al menos treinta años atrás. Como responsable de la inepcia sanitaria, olvidó que es su partido político el que ha llevado las riendas de esta y otras consejerías durante todo este tiempo. La eficaz consejera de Hacienda, Rosa Dávila, soslayando datos que solo ella puede poseer, echó las culpas al anterior consejero, abrazando, de esta forma poco edificante, el fácil recurso de atribuir los 241 millones de facturas impagadas al señor Morera, cuando resulta que el presidente y la consejera forman parte de ese Gobierno que, en teoría, debe administrar corporativamente. ¿Dónde estaban pues? También integraba ese Ejecutivo Patricia Hernández, quien, ya en la oposición, dedicó al señor Clavijo unos insuperables mensajes apasionados.

Mientras este vodevil sigue adelante, la Marea Blanca de Tenerife, movimiento de profesionales, usuarios, pacientes y familiares en defensa de la sanidad pública, pide medidas de choque urgentes ante esta situación. Mañana, 6 de abril, a las 18.30, en la plaza de La Candelaria, convocan un acto totalmente apartidista. Lo que sucederá es que los políticos cuentan con el evidente aplatanamiento de este pueblo, poco dado a involucrarse en nada. Y así nos va.