En algún momento se nos fue la pinza en Tenerife. Se dejaron de planificar las infraestructuras esenciales y nos dedicamos a otra cosa. Ni carreteras, ni hospitales, ni aeropuertos; y somos una isla. Conducir es hoy una actividad frenética si uno tiene acordada una cita en horario laboral. Está colapsada la autopista del norte y la autopista del sur, pero lo peor es que no hay una solución a este caos que los tinerfeños puedan entender. No existe alternativa que poner sobre la mesa ni tampoco hay responsables. Todos alzan las manos cuando se pregunta por el tema, y me temo que tendremos que llamar a Cuarto Milenio. Amén de viarios inexistentes, los desvíos a las carreteras secundarias son más dignos de Alepo que de la capital de uno de los diez destinos turísticos más relevantes internacionalmente.

Este lío sin par parece que ha cogido en pelotas al Cabildo, que se afana por sacar mil parches para aliviar la catarsis. Lo cierto es que nos tenemos que armar de paciencia porque esto, en los años venideros, a lo único que puede ir es a peor. Tenerife está a la cola de las infraestructuras canarias después de poner en la poltrona presidencial, con excepción de Román Rodríguez, a un paisano desde el año 1993: Manuel Hermoso, Adán Martín, Paulino Rivero y hoy, Fernando Clavijo. Y aparte de acordarnos de ellos cada mañana en la carretera, me parece que esto necesita de una explicación contundente y de un plan de acción. Y es que lo que vivimos, para muchos, no tiene nombre.

@JC_Alberto