En pocas ocasiones se ha podido ver tanta incongruencia en el Parlamento de Canarias como con el debate sobre la proposición de ley del Cabildo de Tenerife para resolver el problema de los hoyos de Güímar. Todos los portavoces de los grupos subieron a la tribuna para decir que estaban de acuerdo en que nos encontramos ante un daño medioambiental sin precedentes y, al mismo tiempo, para indicar, amablemente, que iban a votar en contra de su restauración. ¿Cómo se puede estar por arreglar algo pero votar en contra de que se arregle? Sencillo: la pasta.

La conformación del Parlamento canario tiene mucho de política, pero más de geografía. Y votar a favor de la propuesta del Cabildo tinerfeño supondría haber consagrado presupuestariamente, en uno o varios ejercicios, una carga de más de muchos millones de euros que tendrían que destinarse de forma singular a la isla de Tenerife. Y eso, amigos, a algunos los habría ronchado.

Por supuesto, contra el acuerdo unánime de todos los grupos políticos del Cabildo de Tenerife se ha disparado munición de grueso calibre antes de su llegada al Parlamento. Se llegó a decir, incluso, sin el menor sonrojo, que la propuesta (unánime) del Cabildo ocultaba un intento de evitar el pago de las indenmnizaciones judiciales de los empresarios areneros condenados. No es así, pero la restauración costará mucho más que el dinero al que han sido condenados. Ante ese panorama, y temiendo que al venir la propuesta del Cabildo de Alonso el Gobierno canario se iba a "comer el marrón" güimarero, se activaron todas las alarmas.

En realidad, al Gobierno canario la propuesta del Cabildo de Tenerife le resultaba extremadamente incómoda. Tal es así que la mayor parte de los informes internos del Ejecutivo canario son desfavorables a la proposición de ley. Para sorpresa de algunos, en el debate de Güímar en el Parlamento no estuvieron ni el presidente del Gobierno ni la consejera de Política Territorial. La versión política, en su versión simplona de amiguetes de Barrrio Sésamo, se venía abajo. Tanto miedo para nada. Carlos Alonso y Miguel Ángel Pérez, CC y PSOE, aguantaron solos y a pie firme la derrota de la iniciativa del Cabildo de Tenerife, que sólo fue apoyada por el grupo nacionalista. Sabían que la iban a derrotar, pero para ganar las guerras a veces es menester perder alguna batalla.

PSOE y Podemos han dejado con el culo al aire a sus grupos en el Cabildo de Tenerife. Y el PP, por mucho que haya intentado endulzarlo, ha ninguneado a su alcaldesa de Güímar. Este coste no es despreciable. Pero a los efectos del Cabildo de Tenerife su ley fue rechazada porque "no es el instrumento adecuado" para solucionar el desastre medioambiental del Valle de Güímar. Queda esperar, por lo tanto, por la propuesta "adecuada" que pondrá sobre la mesa el Parlamento canario y que algunos estarán esperando. Eso es justo lo que estarían pensando los dos representantes del Cabildo tinerfeño mientras perdían la votación. Y por eso tal vez sonreían. Igual los hoyos no se han cerrado todavía.