Comprendo que nuestro Cabildo y las entidades que apuestan por el turismo se vuelquen en realizar mejoras conducentes a la accesibilidad y desarrollo económico de los núcleos habitados de la Isla. Tal es así que hace años se hablaba de los puntos extremos de su geografía como algo imposible, sólo practicable para los que allí vivían de sus propios recursos agrícolas o ganaderos y poco más. Con el tiempo, y gracias a los planes de carreteras ejecutados por el organismo público, se fueron allanando estas dificultades y hoy podemos decir que, salvo alguna excepción, Anaga y Teno figuran en el mapa como opciones paisajísticas de gran valor, para captar imágenes y llevarlas consigo como recuerdo de una realidad tangible gracias al esfuerzo del órgano insular y los propios vecinos que allí residen.

Así, pues, por razón de interés, reclamo para Masca medidas que alivien el cotidiano caos circulatorio, originado por el tránsito de vehículos, especialmente de alquiler sin conductor y grupos de microbuses o todoterrenos que efectúan su recorrido con el reclamo de safari, circulando por las angostas vías y extremadas curvas, creando un embotellamiento disparatado. En parte por el desconocimiento de las dificultades de la carretera, y también por el incontrolado afán recaudatorio de algunas empresas que transportan a los visitantes en guaguas de cincuenta plazas, que difícilmente pueden maniobrar cuando se encuentran de vuelta encontrada con los vehículos que han concluido su visita.

Como amante de la isla que me ha visto nacer, intuyo, sin ser adivino, que, dado el auge del turismo, en un futuro inmediato habrá que tomar medidas contra la masificación desorbitada que origina el progresivo tránsito de vehículos, estableciendo medidas urgentes para su solución. El 29 pasado -miércoles- la avería de una guagua obstaculizó la carretera de tal modo que los visitantes tardaron tres horas en salir de la trampa en dirección a Buenavista o Santiago del Teide. El que esto escribe tuvo el pasado sábado en varias ocasiones que adentrarse en los ensanches de tierra de algunas curvas para poder permitir el giro de una guagua a tope de pasajeros que bloqueaba todo el paso en ambas direcciones, y digamos que, por ahora, la diosa Fortuna ha evitado un accidente de gravedad, aparte de los consabidos roces o pequeñas colisiones entre vehículos. Pero no hay que desafiar tanto al azar, porque cualquier día más inmediato, por el aumento evidente de visitantes, el accidente surgirá a la vuelta de una curva y entonces de nada valdrá lamentarlo; máxime con la velocidad que se tarda en propagar una mala noticia, perjudicial para la propia Isla.

Por ocurrírseme sugerencias, se podría establecer un horario partido para que desde las ocho horas hasta media mañana se permita la entrada por Buenavista, y a partir de la segunda franja horaria se invierta por Santiago del Teide, siempre en sentido unidireccional, salvo emergencias. Y, por supuesto, decretar la prohibición absoluta a todas las guaguas que excedan de un límite de dimensiones y pasajeros, como la propia Titsa, que utiliza una microguagua para cubrir la línea. En cuanto a las compañías privadas deberán servirse de microbuses de 8 o 9 plazas, como alguna que ya lo ejerce, y por los mal denominados safaris de 4x4, cuyas caravanas no deben exceder de media docena de automóviles, para evitar continuos taponamientos por las habituales paradas para tomar fotografías. Queda referirme al senderismo por el barranco que desemboca en Los Gigantes, advirtiendo las dificultades que entrañan su bajada y la fatigosa subida; pese a que -he sido testigo presencial- la gran mayoría suele servirse de las embarcaciones que retornan de ver a los cetáceos, que los transportan mediante pago de un canon hasta el puerto deportivo de Los Gigantes o el muelle pesquero, algo más lejano, de Puerto Santiago. Aquí debo hacer constar que algunos clientes se han quejado del precio que se les cobra por dicho transporte y las dificultades para embarcar en la pequeña desembocadura del barranco, desde una especie de piedra que simula un tosco embarcadero carente de seguridad -si no se ha remediado aún-. Quizá sea el menos indicado para argumentar esta dificultad, ya habitual cada día de la semana, y no sólo en sus fines o en vísperas de festividades. Pero con las mismas medidas que las tomadas por nuestro Cabildo con el tránsito hasta la Punta de Teno, tendrá que establecer otras similares para el tránsito por Masca y aún por la zona de Teno Alto, cuyos habitantes demandan una mejora o ensanche de su carretera desde hace años. Entendemos que existen prioridades, quizá más urgentes, pero no cabe duda de que tendremos que extremar las precauciones para que podamos seguir -a falta de otras industrias- experimentando los beneficios derivados del turismo, mientras sigamos siendo un ejemplo diferencial de clima y paisaje.