Cuando no se puede lograr lo que se quiere, mejor cambiar de actitud.

Terencio

Todos los días, al levantarnos, tomamos una importante decisión. ¿Vamos a mirar al día que se avecina con una actitud positiva, orientada a la acción, o dejaremos que las circunstancias nos manejen y nos quedaremos quietos?

Si optamos por la segunda opción, es muy posible que el día no salga como esperamos. De hecho, son nuestras expectativas de que algo ocurra sin participar en ello las que condicionarán cómo se desarrolle este día. O semana. O mes. O nuestra vida. Se convierte en una espiral de negatividad, de la que es difícil salir.

¿Cómo conseguimos cambiarlo? Además de elegir la primera, frente a la segunda posibilidad, les avanzo algunas opciones más. Me gustaría que añadiesen las suyas en los comentarios.

En primer lugar, dejemos de quejarnos. Y no digo que no existan motivos para ello. Seguro que algunas cosas no son como quisiéramos que fuesen. Pero hacerlo no va a ayudar en absoluto a que se modifiquen. Y lo que sí parece estar claro que consigue es que empeoren más todavía.

En segundo lugar, paremos nuestros pensamientos. Antes de poder cambiar la perspectiva como miramos nuestro día, tendremos que aprender a ponerle un freno al flujo de pensamientos negativos que nos hacen pensar lo contrario. Para ello es importante que los identifiquemos (si es necesario, escribirlos) y los paremos. Es un pensamiento poco productivo, no quiero tenerlo. No me ayuda.

En tercer lugar, terminemos con la actitud "si..., pero". Esta es la marca preferida de una actitud negativa ante la vida. Es como si te diesen un dónut y solo vieses el agujero. Acepta lo bueno que te ocurre y disfrútalo. Aunque parezca extraño, esto atraerá más cosas buenas a tu vida. Y además será una magnífica fuente de energía cuando los tiempos vengan mal..., de verdad.

En cuarto lugar, tengamos en cuenta la profecía autocumplida, un fenómeno psicológico que provoca que lo que creamos que saldrá mal lo hará. Y seremos nosotros los que estamos provocándolo. Nos decimos que tenemos una vida horrible y terminamos haciendo todo lo posible para que sea así.

En este caso en particular, puede ser necesario apoyo psicológico, puesto que podemos estar enmarañados en un bucle que no conseguimos parar.

En quinto lugar, nos toca un trabajo de sustitución. Se trata de cambiar esos juicios negativos hacia nosotros mismos por otros positivos. No es sencillo, lo sé. Debemos comenzar identificándolos para poder contrarrestarlos o desactivarlos.

Una lista de nuestras virtudes y de aquello que se nos da bien puede ser una buena caja de herramientas que nos ayude. Recuerda: son pensamientos, juicios que hacemos sobre nosotros mismos. Y en la mayoría de los casos no son objetivos ni responden a la realidad. Son más bien expectativas de cómo deberían ser las cosas.

Una sexta opción -y seguro que se les ocurren muchas más- viene de la mano de la acción. A veces no funciona cambiar como pensamos acerca de nosotros mismos y de las situaciones que nos rodean. Podemos quejarnos de nuestro trabajo y de nuestros compañeros, porque son terribles. O podemos poner todo nuestro esfuerzo en buscar lo positivo en ambos. Lo hay, créanme. El pensamiento negativo tiende a desactivar todo lo positivo. Lo tiñe y no nos deja ver nada más. Es como si decidiésemos salir de excursión porque hace unos días estupendos y decidamos no hacerlo porque comienzan a caer unas pequeñas gotas. Perdemos la posibilidad de la caminata, de ver el monte mojado y de disfrutar de la compañía.

En definitiva, se trata de ser conscientes de que tenemos el poder de cambiar las cosas. Empezando precisamente por ese cambio. El de creer que podemos. Poco a poco. En nuestro entorno de funcionamiento. Con humildad y determinación.

@LeocadioMartin