Recientemente hemos tenido la oportunidad de visitar y participar en una misión parlamentaria en Colombia, con la Fundación Humanismo y Democracia, a la cual pertenecemos, en medio del proceso de paz entre el Gobierno del país latinoamericano y las FARC, que nos ha ayudado a conocer "in situ" la realidad por la que atraviesa un país que clama paz y unidad, donde han existido más de trecientos mil muertos y millones de víctimas (desplazados, saqueados, violados, etc).

Tuvimos la oportunidad de conversar con las FARC en territorio inhóspito con cierta tensión en la bautizada como zona de transición, en el Consejo Interno de San José. Las historias del motivo que les llevó a luchar por unas ideas, dejando atrás familias, hijos, sentimientos y vidas fabricadas sobre cimientos de barro. Les confesamos que en más de una ocasión nos sobrecogió y a la vez nos impresionó.

Ha sido una experiencia que en parte nos ha agradado y por otra nos ha desgarrado, como conocer en primera persona casos muy duros de familias separadas por una lucha que comienza a ver su fin, como el caso de una guerrillera miembro de las FARC llamada Amelia, con tres hijos que ha dejado con su madre, y que pertenece al grupo armado desde que tenía apenas doce años. Toda una vida luchando y con un arma en sus manos.

Conocimos además la visión del presidente del país, José Manuel Santos, del expresidente Álvaro Uribe, quien adelantó acercamientos de paz con distintas facciones del conflicto armado en Colombia como el ELN, las FARC y las AUC, tras los procesos anteriores a su Gobierno por parte de la Iglesia Católica y otros sectores de la sociedad. De estos acercamientos se generó la desmovilización de grupos paramilitares que incluyó la Ley de Justicia y Paz.

Otras visiones fueron las del ministro de Seguridad, Rafael Pardo, líderes de distintos partidos políticos, confederación de cafeteros, una de las organizaciones agrícolas más importantes y que representa ampliamente al sector, el obispo de Apartadó, monseñor Hugo Alberto Torres Marín, organizaciones humanitarias, no gubernamentales, observadores de las Naciones Unidas, ciudadanos de a pie, etc., recorriendo en apenas unos días el país de extremo a extremo. Y todo en un momento muy delicado en el que cualquier factor puede resultar determinante para que el proceso abierto alcance buen puerto.

Pero sin duda es muy triste intentar hacerse una idea de lo rico que puede parecer un país que en realidad es pobre, con una crisis en lo político y en lo social muy profunda donde hay recursos naturales como el petróleo, oro, tierras para la siembra, etcétera, que son motivos de especulación permanente y con una nula conectividad entre las capitales y núcleos poblacionales.

Muy cerca de Colombia nos encontramos con otro país con una profunda crisis en lo social y lo político. La vecina Venezuela, país con una riqueza incalculable, por sus recursos naturales, que ha sido saqueado por gobiernos corruptos, llegando casi a tocar fondo. Rico por su cultura, por su riqueza natural, y hundido por su idiosincrasia política. Qué pena.

Desgraciadamente, Venezuela sigue estando de actualidad, y no precisamente por las noticias que la gran mayoría de los ciudadanos, unidos a ese país de alguna u otra forma, queremos escuchar, leer o ver.

Créannos que nos encantaría que fuera por otras circunstancias, porque los lazos culturales, históricos, políticos y económicos que nos unen a esta tierra son por todos conocidos: este país ha acogido con los brazos abiertos a muchos exiliados y a numerosos inmigrantes españoles, especialmente canarios y gallegos, que conforman la tercera colonia foránea más importante, y que en los años difíciles de España, en el 36, tan fraternalmente se portaron con nosotros.

"No entiendo cómo un partido político se niega a darme la mano, hablando de libertad, pero sí la estira para coger dinero de un país que pasa hambre y penurias". Son las palabras de Mitzy Capriles, mujer de un preso político en Venezuela, y que se me han quedado grabadas a fuego en mi memoria.

Hoy miles de ciudadanos siguen manifestándose en contra del Gobierno por la inseguridad, por la inflación, por el desabastecimiento de productos y servicios básicos, por la corrupción y por la falta de libertad.

Creemos firmemente que tanto en Colombia como en Venezuela deben prevalecer la defensa de la constitucionalidad, elemento clave para un pueblo que merece participar del crecimiento y la consolidación de la democracia, en duda durante demasiado tiempo. La comunidad internacional no debe bajar la guardia.

Se trata de dos países muy ligados a España, en general, y Canarias, en particular. Ambos tienen en nuestras islas una importante colonia de personas que han abandonado su tierra en busca de paz y prosperidad, tal y como nosotros lo hicimos durante la primera mitad del siglo XX.

Desde aquí nuestro más afectuoso recuerdo y apoyo a nuestros paisanos de la Octava Isla y Colombia.

*Senador por Tenerife y concejal del PP en el Ayuntamiento de La Laguna