Aparte de ser competitivo y de que el mercado te favorezca, existe un dogma, no menos importante para los negocios, que es que las amenazas o limitaciones disminuyan para consolidar un proyecto.

Cuando la innovación se convierte en necesaria e imprescindible para conseguir la excelencia de nuestro producto o servicio, exige una planificación a largo plazo de las inversiones, una política clara de selección de investigación y un apoyo constante de la Universidad o centro de innovación.

Esto debe venir acompañado de la necesaria financiación (propia o ajena) y un apoyo fiscal a través de incentivos que, en el caso de Canarias, debe apuntalar la propia inversión y el plus de nuestra condición RUP, lo cual, además, posibilitará que Canarias sea un centro de referencia para atraer estas actividades.

Toda la tecnología creada, sin la adecuada transferencia a las empresas, pierde su objetivo de ser útil y de consolidar una actividad que nunca ha sido parte importante del PIB de Canarias y que contribuiría a generar nuevos empleos y servicios empresariales de alto valor añadido.

Por ello la innovación debe formar parte de la agenda política, social y económica de cada territorio y ponerse en marcha a través de consensos sobre su utilidad, evitando la repetición descontrolada e ineficiente de las mismas ideas.

Debemos integrarnos en plataformas europeas para aspirar al deseado 2% de PIB en innovación, aumentar el tamaño de las empresas, dotar presupuestariamente al Estado con fondos suficientes para políticas sostenibles a medio y largo plazo y un programa de cualificación para el empleo realmente efectivo.

Todo ello aderezado, mientras influyan distintas administraciones públicas en los procesos fiscales, de incentivos, de transferencia o investigación y de una exquisita coordinación que ponga en valor la innovación, que es lo que alarga la vida de los proyectos empresariales y del empleo.

pedro.alfonsomartin@hotmail.com