Subyace un fondo de odio y rencor en todo lo que Gerardo Piqué manifiesta últimamente, y el que no lo quiera ver es que está ciego. Tiene como base el desencuentro ancestral del Estado español con la comunidad autónoma catalana o, mejor dicho, con los que se quieren separar de España, ya que está visto que es uno de ellos.

Desde tiempo inmemorial el enfrentamiento entre las dos grandes comunidades económicas del país ha sido evidente, pues Madrid es la capital de España y Barcelona una hermosa ciudad, fructífera y pujante, pero que en la actualidad ha perdido peso respecto a la capital. Haciendo historia, durante los gobiernos del tan vituperado general Franco, Cataluña y el País Vasco, fueron algo así como las niñas bonitas del régimen, pues se volcaron en su progreso miles de millones de pesetas y una cantidad ingente de mano de obra barata procedente de Andalucía, Extremadura y la región de Murcia. Precisamente los de allí decían siempre a los catalanes: "sus vamos a echar", pues fueron los que levantaron y lograron la gran prosperidad que se vio refrendada las siguientes décadas hasta alcanzar su cumbre con los Juegos Olímpicos del 92.

Conocí, por mi profesión, bastante bien la región, y en mis viajes siempre noté ese cierto tufillo de superioridad y de declararse diferentes, actitud que cambiaba en cuanto cerrabas con ellos una transacción económica importante. Tuve buenas relaciones comerciales con gente de todo tipo, pero siempre te encontrabas una espinita que te sacaba la pancarta para defender su idioma por encima de todo, ese que dicen que Franco prohibió, pero que era mentira, pues lo hablaban entre ellos y muy maleducadamente te dejaban de lado en las conversaciones. Una actitud que llegó a ser molesta y que sonaba a despreciativa, aunque eso no quita que los considere laboriosos, serios y cumplidores en los tratos, pues es una comunidad con bellos campos, una costa maravillosa y una gran industria llena de personas laboriosas.

Considero importante que haya unión entre los ciudadanos, y entonces llega Piqué, un excelente jugador de fútbol en su equipo, en la selección nacional, y saca a pasear su lengua viperina. Evidentemente el periodismo deportivo se encarga de tratar de sacarle siempre palabras impactantes, y él lo aprovecha para arremeter contra otros jugadores o equipos, y nada digamos de los árbitros, por lo que ha sido multado en varias ocasiones. La junta directiva de su club apoya sus palabras, y Luis Enrique, el entrenador, trata de mediar e intenta no entrar a valorar su última diatriba contra el club blanco, esa con la que su lució afirmando que no le gustaba lo que se cocía en el palco del Real Madrid. Buena respuesta la del presidente Florentino, sin nombrarlo. Y es que la envidia y el rencor le superan, soltando por esa boca desprecios hacia el eterno rival, ese que la historia reconoce como el club más laureado del mundo.

No sé si es mejor dejarlo o contestarle, pero creo que ha cruzado la línea divisoria de lo estrictamente deportivo pasando a lo personal, pues a ese palco asiste multitud de personas que merecen un respeto, algunos compañeros deportistas como Rafa Nadal, un ejemplo de comportamiento dentro y fuera de la cancha; o gente de la cultura como el extraordinario Plácido Domingo, un modelo profesional para la lírica, o el gran Alejandro Sanz, con una carrera musical intachable. No ofende quien quiere sino quien puede, y este lenguaraz personaje que destaca como futbolista se retrata solo y demuestra la clase de persona que es por su bajeza.

El club defiende sus manifestaciones, ese mismo club al que una vez, siendo componente de la junta directiva de Aspronte, pedimos un balón firmado por sus jugadores para rifarlo y sacar un dinerillo, solicitud que hicimos a todos los equipos de la Liga. La respuesta fue sorprendente, pues todos mandaron la pelota con los autógrafos, y del honorable club presidido entonces por el señor Montal recibimos una carta pidiendo que les enviáramos primero el balón. ¿Son o no marroncillos?

Lo mejor es olvidar a este antipático personaje; ya bastante tenemos con los ladrones y corruptos políticos de su tierra, que han conseguido que menos de la mitad de sus ciudadanos sean separatistas.

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