A un lado tenemos los que están haciendo un canto gregoriano de los Presupuestos para Canarias. Al otro los que sostienen que hay que votar en contra del gobierno de los recortes del PP haga lo que haga. Como casi siempre, la realidad está envuelta en el papel de celofán de las conveniencias.

Tradicionalmente, las Islas se financian a través de las transferencias ordinarias de los servicios y por un conjunto de convenios especiales, complementarios a la financiación, dedicados a inversiones en carreteras, obras hidráulicas, planes de empleo, etc. Después de haber sido reducidos casi a la nada, el Gobierno ha decidido volver a dotar los convenios de contenido económico. Esa es la primera buena noticia para las Islas. Hay algunos millones nuevos para carreteras y algunos más para planes de empleo.

La segunda buena noticia es que Canarias va camino de que su Régimen Económico y Fiscal especial no sea entendido como un privilegio o un favor, sino como un derecho histórico que supone el reconocimiento del Estado a un territorio lejano, fragmentado y complejo. Ahí nos la jugamos. El Estado ha vuelto a interpretar -a reinterpretar- que los impuestos propios canarios son la forma histórica en que España compensó a las corporaciones locales e insulares canarias por vivir en el quinto pino. Eso significa que tenemos acceso a más financiación.

Seríamos tontos si pensáramos que todo eso se produce por casualidad y no por causalidad. El hecho es que la maldita matemática parlamentaria hace que los votos de dos diputados nacionalistas canarios -Ana Oramas y Pedro Quevedo, de CC y NC- sean fundamentales para sacar adelante las cuentas del reino este año. Y como dos y dos en este caso suman 176, con Ciudadanos y PNV, a este Gobierno se le ha ablandado el bolsillo, ya que no el corazón, con este entrañable archipiélago.

En realidad, a este Gobierno -a este y a cualquiera- los hechos peculiares, como el vasco y el canario, le incomodan bastante. Durante la última década la financiación de las Islas Canarias ha sido desmontada meticulosamente, convenio a convenio, vaciándola de esa financiación complementaria que era fundamental y parte del pacto con las Islas. Hemos sido la Comunidad peor financiada del Estado porque los recortes lineales dañan más a los más pobres. A pesar de unas tasas de paro que duplicaban la media nacional, la austeridad se aplicó de forma inmisericorde con el Archipiélago de forma tal que nuestro PIB per cápita (una de las formas de medir la riqueza de un país), que en el año 2000 se había aproximado a la media española, ha caído vertiginosamente hasta casi quince puntos, hundiéndonos otra vez en la cola del Estado. Ahora que empieza a haber más perras y los votos cuentan, la cosa cambia. La fruta, como diría el diputado del PP, Jorge Rodríguez, ha madurado.

Queda mucho por hacer, pero los diputados canarios que voten contra este presupuesto estarán siendo coherentes con sus partidos o ideologías, pero no con sus votantes. Estarán en su derecho, pero es lo que hay.