Llego a finales de marzo a Córdoba tras abandonar un norte desabrido. Una auténtica tarde primaveral me recibe y muchos turistas. El arte domina todo el casco antiguo. Paso por el obispado y me acuerdo del pleito en torno a la mezquita y la religión. La izquierda local parece que quiere sacar a la Iglesia de la titularidad de la mezquita-catedral de Córdoba, que es su nombre oficial. Es un espacio completamente abierto y cultural. Cuando lo leí no le di más importancia, otra muestra más de la deriva de una izquierda que compensa su mutismo en diagnosis y proyectos en el mundo global, con una batería de imperativos psicológicos (inclemencia emocional): negaciones monosilábicas, fobias, dogmatismo, prohibiciones, exclusiones, heroicas batallas "antifranquistas"... Una mochila llena de estulticia y naderías.

Yo pasé de la comunión diaria en el colegio de los jesuitas de mi ciudad a tener un buen día la certeza de que todo aquello (dios, misas, curas) no era más que fábula. Tendría 15 años. Obvio decir que yo, a diferencia de mi paisano Unamuno, no he dedicado un segundo de mi vida a meditar sobre la existencia de dios. Me resulta inconcebible, pues, el anticlericalismo. Además de detestarlo por inculto y molestarme su indisimulable odio.

Me entero de que la mezquita se construyó sobre una iglesia visigótica (algo conservada: cristiana), es decir, que si fuera por antigüedad sería la primera. Ya dijo Nietzsche que los santuarios religiosos se erigen sobre los anteriores. Córdoba lo prueba.

Con todos los intelectuales que generó la confesión marxista, no se entiende su éxito por la pobreza de sus fuentes: mecanicismo del XVIII, materialismo y positivismo del XVIII y XIX, más paráfrasis mesiánica terrenal. No pasó del XIX. Después surgió la lingüística, antropología, semiología, psicoanálisis, mitología, simbolismo, toda la filosofía posterior... e historia de las religiones. Resulta que es así: son los más trasnochados. Todo lo que concibió Marx fue que la religión era el opio del pueblo.

Sospechamos que la izquierda cordobesa no ha oído hablar (para variar) de lo sagrado y lo profano, de numinoso, hierofanía, sincretismo, simbolismo, experiencia espiritual, ritual y cultual, de funciones psíquicas de representación, esperanza y compresión de nuestra condición mortal. Pero es que tampoco entiende nada de diálogo y multiculturalidad, universalismo de lo sagrado y espiritualidad, cultura e historia de lo religioso. La conservación de tanta belleza y arte, son vías contemplativas para experimentar la trascendencia, y entender la cultura como emocional, dinámica e interrelacionada. La carcundia anticlerical decimonónica ahí no llega.