Hay que agradecer al vicepresidente y consejero de Obras Públicas y Transportes del Gobierno de Canarias, Pablo Rodríguez, el haber admitido que en Tenerife hay "un atraso importante en las infraestructuras viarias" y exponer, además, que no está "nada contento" con esta situación. Otros, tal vez, hubieran preferido mantenerse al margen. No obstante, ese reconocimiento es estéril si después no se pone manos a la obra para resolver lo que, desde esta isla, se califica ya como "retraso alarmante en cuanto a dotación en equipamientos e infraestructuras básicas". De momento hay que quedarse con el anuncio realizado el pasado lunes por el propio Pablo Rodríguez de que ninguna de las actuaciones que viene demandando, desde hace tiempo, el Círculo de Empresarios del Sur de Tenerife (CEST) se iniciará este año. Ni el tercer carril desde San Isidro a Las Américas, ni el nuevo enlace de Las Chafiras, ni tampoco el cierre del Anillo Insular. En el presente ejercicio solo está previsto revisar o elaborar proyectos y, si hay suerte, su licitación. Un panorama nada esperanzador. Con razón el presidente de la Federación de Entidades de la Construcción de Santa Cruz de Tenerife (Fepeco), Óscar Izquierdo, ha alzado la voz estos días solicitando unidad de acción social y política para que se dé prioridad a las obras que Tenerife precisa. Se echa de menos, sin embargo, una mayor presión por parte de los responsables públicos, tanto municipales como insulares e incluso regionales, a la hora de reclamar más atención a las necesidades de esta Isla. Nada que ver con lo que sucede en Gran Canaria, donde hasta María de la Salud Gil, homóloga de Óscar Izquierdo, no ha dudado en aplaudir el buen hacer del vicepresidente del Ejecutivo canario. Normal, pues la diferencia es más que evidente. Mientras en la isla hermana se inauguran tramos de carreteras y se anuncian nuevas obras, en Tenerife solo se habla de proyectos.

Tampoco está muy satisfecho el consejero de Obras Públicas y Transportes con la segunda terminal del aeropuerto Reina Sofía. Así al menos se lo trasladó a los periodistas el pasado lunes, al ser preguntado por la información que recogía ese día este periódico, referida al gasto inútil -nada menos que 39 millones de euros- que había supuesto la denominada T-2 de Tenerife Sur. Un edificio inaugurado hace ocho años y que las aerolíneas rechazan porque en lugar de facilitar su operatividad supone un obstáculo y más gastos. Muchos tinerfeños preguntan quién fue el responsable de ese proyecto iniciado en 2005. ¿Asumirá alguien el fracaso de la iniciativa? ¿Son recuperables los 39 millones de euros? Al menos que sirva de experiencia para no volver a caer en errores que tienen difícil arreglo y salen excesivamente caros.

La llamada de Fepeco a movilizar a la sociedad y a los políticos, en torno a un objetivo, debería ser copiada por el Ayuntamiento de Santa Cruz con el propósito de conseguir que de una vez por todas se acaben los obstáculos que impiden dotar a la playa de Las Teresitas de los servicios que precisa. Se acerca el verano y no se avanza.