La utilización de estos aparatejos es el súmmum de cualquier cliente bancario. Puedes sacar o ingresar dinero, recargar el teléfono, pagar facturas..., una simplificación y efectividad tremenda, pero que ha eliminado mano de obra cuando el trabajo escasea. Dicen que las máquinas superarán al hombre, pues están mejorando el nivel de vida y salud de los ciudadanos, pero tengo mis dudas en algunos sectores.

Con mi buen amigo fallecido Nelson Ruano, un día nos pusimos a filosofar y llegamos a la conclusión de que paralizando un tiempo los adelantos técnicos podríamos conseguir eliminar el paro para que todo el mundo estuviera activo. No estoy en contra de las tecnologías, y puede que nuestra solución sea una barbaridad, pero creo que serviría para conseguir dignificar a la persona, pues lo que está sucediendo con nuestra juventud y con los parados mayores de larga duración es convertirlos en parásitos del sistema y en la pescadilla que se muerde la cola.

Los cajeros han sido un gran avance para las entidades bancarias, pues simplifican el proceso y son útiles para la mayoría de la población que está al tanto de los avances, pero para los ancianitos como yo nos las vemos y nos las deseamos para interpretarlos. La última vez que estuve en la antigua central de CajaCanarias, ahora Caixabank, quería hacer un ingreso en efectivo; ya no tenían números, así que, junto a mi amigo José María Delgado Bello, estuvimos un buen rato en cola. Solo funcionaban dos ventanillas y la conversación fue larga hasta que tocó nuestro turno. Nos atendió un empleado en silla de ruedas, y pudimos comprobar lo que luchaba por salvar las todavía barreras existentes. Muy loable labor, pero ese día la amabilidad se le olvidó en casa, y me espetó que esa transacción podía hacerla en el cajero. Le contesté que no sabía hacerlo, y entonces me largó que su padre, que él creía era mayor que yo, lo hacía perfectamente. No me achanté y le repliqué que seguramente su padre y él eran muy inteligentes y que estaban capacitados para enseñarnos al resto. Agachó la cabeza e hizo el ingreso, pero la conclusión es que las entidades financieras lo que persiguen es que el cliente les haga el trabajo.

Hace poco en Cajasiete una empleada me acompañó al cajero para pagar una factura. No sería muy clara la lección si ya no recuerdo cómo se hace. A lo mejor la solución es un cajero universal que usaran todas las entidades, porque a estas alturas no sé si lograré aprender a hacerlo.

¡Cuánto echo de menos mi CajaCanarias! El gran servicio que prestó a la comunidad canaria, y lástima de los desalmados que la llevaron a la ruina. La gente se quejaba pero su servicio era modélico. Siempre encontrabas una cara conocida, como mi buen amigo Ángel Galán, apodado en el argot del fútbol Klimaco, un señor amable, honesto y servicial, un gran director de la sucursal que te atendía enseguida. Hoy hay que poner instancias y siempre tienes la barrera de la secretaria. Se han perdido las formas y las sanas costumbres. En una ocasión, siendo todavía responsable del Festival de Zarzuela, me encontré con que todos los mandamases del antiguo Socaem se habían largado a no sé qué historia de Cuba, así que nadie podía firmar un talón o hacer una transferencia. Luis Socorro, gran amigo desaparecido prematuramente y gerente de la entidad en Las Palmas, tuvo que redactar una carta al Banco de Santander para ordenar el traspaso de la parte correspondiente de la subvención, y con una fotocopia de esa carta me fui a la central para intentar que nos adelantaran el pago. Galán llamó al presidente, Álvaro Arvelo, y tras una conversación que duró hasta las dos de la tarde, resolvimos el grave problema y pudimos cumplir con los compromisos adquiridos con los proveedores. Álvaro es una persona ejemplar y gran defensor de la lucha canaria, y ahora también compañero comentarista. Me gustaron mucho sus artículos sobre Barranco Hondo y Nino, pues lo conozco de toda la vida. Mucha salud y un afectuoso saludo para todos.

Hoy el comentario ha salido variado. Ya pasó la Semana Santa y el año sigue avanzando a una velocidad de vértigo.

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