Sin rumbo y en el lodo, unas quinientas gallinas campan a sus anchas por La Verdellada. Han tomado el barrio lagunero y desde allí esperan a dominar el mundo. Son la nueva raza aria y, al grito de quiquiriquí, las aves pretenden enloquecer a los vecinos como paso previo a tomar las riendas del Ayuntamiento. Ayer este periódico, y con él la humanidad, se hacía eco del terror que estas aves están causando en el barrio de marras. Ya son dos accidentes de tráfico e importantes retenciones de coches, según cuentan los vecinos. Quién nos iba a decir a los tinerfeños que el caos de tráfico que se organiza en las autopistas del norte y del sur, más que a un desastre de planificación, pudiera deberse a que unas gallinas deciden salir a pasear en manada a esas horas. Y nosotros, insensatos, poniendo a caer de un burro a los políticos.

Cuando ayer, desde la radio, llamé al vicepresidente de la asociación de vecinos para preguntarle sobre lo que él mismo calificó como "plaga de gallinas", medio mosqueado me insinuó que si estaba de broma. Y no lo entiendo, porque sobre este tema pivota la existencia de la humanidad tal y como la conocemos. No atino a entender cómo el alcalde lagunero, José Alberto Díaz, no ha rogado la irrupción inmediata en radios y teles para retransmitir en directo el comienzo de esta dominación gallinera. Sin duda, y tras ella, todos seremos medio gallina o, en cualquier caso, podremos gritar a los cuatro vientos que llevamos un medio pájaro dentro.

@JC_Alberto