El próximo martes, día 25 de abril a las 19 horas, impartiré una charla-coloquio en la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife con el título "¿Existe una crisis de valores?". Será la primera de un ciclo de diez -que coordino-, y finalizará en mayo de 2018, a cincuenta años de la renombrada revuelta en Francia.

La revolución de mayo del 68 contestaba cualquier autoridad y rechazaba los valores recibidos de la familia, la escuela o por la herencia cultural. Frente a ello, proclamaba la subjetividad personal y la autonomía total, bajo una mirada romántica y utópica. Agitando eslóganes divertidos y transgresores, cualquier asomo de propuesta moral se percibía como represión de la libertad. Pero en su interior se escondía la última revolución de la modernidad filosófica. Era un punto de llegada, más que de partida.

En este sentido, resulta clarificador el diagnóstico cultural de Javier Gomá para la fecha actual: "Agotamiento del ideal moderno". Defiende este filósofo que el proceso de ampliación de la libertad subjetiva llegó a su máximo en los años sesenta del siglo pasado y ya no se puede estirar más. No dice que en la actualidad no se vulnere la libertad, pues de hecho ocurre todos los días, sino que si se produce esa violación, ya nadie lo hace sin envilecerse y sin que se considere ilícito.

También afirma Gomá que ese ideal moderno, anticuado y sin poder de movilizar entusiasmo -ya gastado-, "cuando se agota es cuando se hace hegemónico, masivo, universal, triunfante. Es decir, el ideal libertario, romántico y moderno es el que nos encontramos, por ejemplo, siempre activo en la industria cinematográfica de Hollywood". En consecuencia, aclara que es un ideal coetáneo, pero no contemporáneo, porque no está a la altura de los tiempos.

Cuánta claridad encierran las palabras de Gomá en relación con la educación de los jóvenes: "La solución al problema educativo de la juventud no es educativa sino cultural. Si toda la cultura conspira con toda la fuerza de persuasión que tiene para que el niño o el adolescente se libere, si se exalta desde todas las tribunas su derecho a ser libre, su derecho sobre su cuerpo, su tiempo y su vida, sin dar nunca instrumentos que orienten un uso cívico de su libertad ¿qué podemos esperar?".

El catalán Josep Maria Esquirol, premio Nacional de Ensayo 2016, pone su acento filosófico sobre la construcción de un nosotros, sobre la dependencia que nos protege de ese estar a la intemperie que forma parte intrínseca de la condición humana, sobre la filosofía de la proximidad, sobre la belleza de palabras como vulnerabilidad, afectabilidad, sensibilidad y pasividad. Y, al entendernos así, el gesto más humano es el amparo, el cuidado del próximo, del ser humano como alguien fraterno al que asistimos, porque "nadie se sostiene solo". Para él nadie es autónomo en sentido absoluto, y depender unos de otros es una suerte.

Pero Esquirol da un paso más y aprovechando la raíz de la palabra joven, que viene de iuvare (ayudar), afirmará que "los jóvenes son los que sostienen la comunidad, son los que ayudan a sostener la comunidad. Y como todos buscamos el secreto de la eterna juventud, una forma de tener una juventud larga es estar ayudando toda la vida": ¡qué mirada tan superadora del individualismo moderno!

Mayo del 68 ha despejado la cultura de ideas abstractas y de estereotipos estériles. Así, el machismo, el moralismo, el dogmatismo, el paternalismo, el fariseísmo, el absolutismo y el racionalismo están moribundos.

Pero que el gesto humano por excelencia sea el amparo o que se proponga el ideal de la ejemplaridad para transformar la sociedad y aspirar a lo sublime, sin resignarse a una sociedad llena de vulgaridad; o que se hable de generosidad, de virtudes, de amor ético y trabajo productivo a cincuenta años de mayo del 68 me llena de esperanza. ¿Les espero, entonces?

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