El ejemplo de la madeja le ha salido tan rentable al Partido Popular que no se cansa de tirar. Como si fuese el hilo de la araña que se fabrica y se renueva sin que llegue a tener fin. Y eso, queridos amigos, no es así. El ovillo, si no lo van desenvolviendo poquito a poquito y tirando del mismo hilo, se enreda de tal manera que ya ni se sabe lo que uno tiene en la mano. Pero eso es lo que interesa...

Es el resultado deliberado de la estrategia de la confusión empleada por los implicados para tratar de camuflar sus responsabilidades. La mancha enfanga a todos, pero conviene no perder la perspectiva ni dejarse engañar por la estrategia del calamar de quienes extienden la tinta para intentar tapar los pecados ajenos con los de los demás. Pero cada uno debe pagar por los suyos. Por lo que ha hecho y por lo que no ha hecho para evitarlo.

Por más que haya enredado la madeja, el PP no puede ocultar sus responsabilidades políticas por el daño causado a las instituciones y a la credibilidad de la democracia. Especialmente grave porque, además, es el partido en el Gobierno. Y aunque la corrupción haya salpicado a todos, es el único al que aún se le pueden exigir las responsabilidades directas que nunca ha rendido.

La corrupción no es solo una sinvergonzonería y una forma ruin de delinquir. Es además una burla inadmisible a la regla esencial de los sistemas democráticos: como los ciudadanos no podemos autogobernarnos, ponemos esa responsabilidad en manos de otros para que lo hagan por nosotros. Esa es la razón por la que el político corrupto pierde toda legitimidad en el ejercicio del poder que tiene conferido y se convierte en un mafioso, para el que la ley no es un límite a sus actos, sino un instrumento con el que ocultarlos frente a quienes deben garantizar su cumplimiento.

La detención del expresidente madrileño, la declaración judicial de la antigua lideresa del PP madrileño -Aguirre, la que nunca sabe nada- y los registros de empresas como OHL o Indra -ojo, la que gestiona nuestros procesos electorales- descosen aún más las frágiles estructuras que sostienen el régimen democrático más o menos civilizado que tenemos en España.

La cuestión es: ¿está dispuesta la ciudadanía a dar un puñetazo en la mesa? Aquí, en este país, desde luego lo dudo mucho. Aquí cada corrupto pillado, medio millón de votos más. Somos así de estupendísimos. El último Índice Internacional de Percepción de la Corrupción vuelve a colocarnos a un nivel de auténtica vergüenza. Tenemos políticos corruptos nacidos de un pueblo corrupto.

Un solo ejemplo ilustrativo. En Rumanía..., sí, Rumania he dicho, no hace mucho, la gente se ha tirado a la calle durante casi dos semanas, día tras día, hasta que ha forzado a su Gobierno a retirar la despenalización de funcionarios y políticos adictos a los sobres. Vuelvo a repetir: en Rumanía... Aquí, en España, una ministra sale mintiendo y estafándole los cuartos a los pensionistas, o un fiscal general sale diciendo que aquí manda él sobre toda fiscalía, o docenas de políticos que se lo están llevando crudo bajo discurso de víctima de persecución, y nos quedamos tan tranquilos, tan frescos, y tan estúpidamente pero estupendamente, ignorantes... Ah, y les damos casi la mayoría absoluta.

Hoy Día del Libro, a ver si resulta que todo va a ser falta de ignorancia, que decía el mago.

Feliz domingo.

adebernar@yahoo.es