La política hasta ellos había resultado demasiado previsible, algo densa, más o menos lógica, muy aburrida, pero jamás habíamos llegado a tan altas cotas de vuelo filosófico. El PSOE estaba dividido: en torno al eje "No a Rajoy" dirimían los dos sectores diferencias infinitesimales. La abstención, que era una forma de empantanar al gobierno, se asimiló a una herejía "neo-con". En una situación de absoluta urgencia y desprestigio político, consideraban una pequeña inclinación en relación a su único eje político (Rajoy) como la renuncia a su "ser".

Llegó esta competencia a tal encono que Sánchez concibió la vuelta del calcetín de las dos tautologías más imberbes: del "No es No" al "Sí es Sí"; este pensamiento nos hubiera helado el corazón hace años, incluido Antonio Machado. Como escuchar a hileras enteras de notables del PSOE explicando en televisión que no podían pactar con el PP, hubiera lo que hubiera en juego, por otro argumento irrebatible: la derecha ha de pactar con la derecha, porque para eso son derecha. Por una identidad "in substantia": derecha es derecha y no accidente ni izquierda. ¿Metafísica, teología, espiritismo...?

Se había fraguado la solidaridad epistemológica en torno al programa/identidad socialista del "No a Rajoy", a cargo de sus dos grupos, que competían en pureza y convicción, con rasgos temperamentales de viejos hidalgos. Les quitas Rajoy y se quedan mudos. Qué podrían decir: ¿novedades, propuestas, algo ante el final de la socialdemocracia europea...? Sin Rajoy el PSOE quedaría en silencio, sin motivos, esperando resignado su extinción final, en un mundo ante cuyo cambio radical solo puede ofrecer oxidadas invocaciones y palabras apergaminadas.

El PSOE se ha visto obligado a usar toda su artillería doctrinal (puro nominalismo) y ofrecer a la ciudadanía la gran promesa de futuro con voz entrecortada en este mundo global del que se ocultan y huyen. Han logrado prescindir del mundo, la economía, el futuro. El PSOE ha consensuado su vía al embeleso, reverbero fónico y transfiguración imaginaria de los significantes de prestigio que son: izquierda, cambio (del no al sí, o algo igualmente ingenioso), socialdemocracia (en recuerdo a Brandt: puro sortilegio), reforma laboral (crecer a casi el 3% ya no dicen que sea solo macroeconomía). Ah, y políticas de izquierda que se asienten y dimanen de la primera izquierda más arriba anotada, como parte contratante de la primera parte igual a la parte contratante de la segunda parte: o sea, ¡progresista! Cielo santo: ¡la militancia (y la siderurgia)! Más "substantia". Van a desaparecer sin remedio.