No le falta razón a quien me dijo que no entendía por qué le ponían nombre a los comercios chinos, cuando resulta que todos nos referimos a ellos diciendo: "Me voy al chino". Pero pasa con los comercios y también con la restauración, porque cuando estamos en casa y no queremos meternos en la cocina lo que nos preguntamos es: "¿Y si nos pedimos un chinito?". Las marcas de estos orientales no han calado entre nosotros, y eso que la mayoría de los nombres son muy para tontos. Desde "Mi gran amigo chino" hasta "La gran muralla", pasando por el "China I", el "China II" o el "China III", se han afanado en poner marcas que por algún expediente X no llegamos a memorizar.

Y si en ocasiones asociamos este comercio al más grasiento "wan tung", al mercadillo de todo a cien o a las chinas que nos venden rosas y juguetes de goma de todos los colores, otra cosa bien distinta son los "japos". Oiga, mucho cuidado con eso. Del imperio del sol naciente nos lo sabemos todo: "tataki", "tepanyaki", "sushi"... Y es que en lo "japo", por ser "cool", la memorización del establecimiento es directamente proporcional al leñazo que nos meten en la cuenta. Pero nosotros tan contentos. En este mundo de locos parece que se ha puesto de moda comer poco, pagar mucho y salir presumiendo. Conozco a un insigne gastrónomo, pequeño, que después de presumir por las redes que va a cenar a un famoso japonés, se va a mandar un bocata de pollo al Imperial de la fatiga. Qué rarezas tan cómicas.

@JC_Alberto