La Asociación Española de Directivos (AED) tiene como objetivo prioritario, entre otros, la creación de espacios de opinión y debate en un contexto de enriquecimiento mutuo, compartiendo experiencias y aprendiendo unos de otros. En este sentido, convocamos hace unas semanas a un conjunto de directivos con responsabilidades en distintos ámbitos, en este caso en Barcelona, para debatir sobre los principales desafíos que les tocará afrontar a lo largo de este 2017 (toda la información en www.asociaciondedirectivos.org).

En nuestro último artículo de opinión abordamos parte de estas reflexiones, en concreto lo referido a los cambios y la evolución en los modelos de negocio. Un segundo bloque que nos parece muy relevante abordar está relacionado con diversos aspectos operativos que constituyen factores de riesgo en la gestión directiva.

Uno de esos riesgos emergentes tiene que ver con los ataques informáticos y con la necesidad de contar con mecanismos que garanticen la ciberseguridad en las empresas. Los ataques informáticos, factor de riesgo relativamente nuevo, tienen un impacto directo en la operatividad y en la gestión, aunque las consecuencias, medidas en términos de reputación y marca, son de una dimensión incalculable, capaces en sí misma de desestabilizar el negocio e incluso poner en serio peligro la continuidad del mismo.

Es oportuno traer a consideración lo señalado por Xavier Gracia -socio Cyber Risk Services de Deloitte- relativo a algunas prácticas habituales de los directivos que constituyen uno de los principales vectores de ese ataque. Xavier Gracia hace referencia a que las personas con responsabilidad directiva, poseedores de las contraseñas y claves de accesibilidad de las empresas, dan con mucha frecuencia permiso a terceros empleados para operar con las mismas. La movilidad operativa que ellos tienen y, en consecuencia, no poder estar presente físicamente a la hora de la firma propician frecuentemente el uso de esta mala práctica, de consecuencias imprevistas, generadora de infinidad de incidencias y de enormes riesgos. Nos recomiendan que las empresas, a la hora de potenciar su estrategia digital, contemplen desde el minuto uno la posibilidad de sufrir algún tipo de ataque informático.

Recientes acontecimientos han dado una relevancia inusitada a la necesidad de tejer una relación segura cliente-empresa-cliente. Las empresas deben construir una relación fiable, blindada, al menos muy segura con sus clientes. Este hecho constituye un valor diferencial a la hora de tomar decisiones por parte de los clientes. Invertir en seguridad informática es un valor que protege, que atrae clientes y que distingue a una empresa de otra.

También se nos advierte de la necesidad de contar con un buen asesoramiento legal. Dedicar recursos económicos y humanos a los aspectos legales y a los aspectos éticos nos ahorrará muchísimo dinero y nos evitará enormes disgustos y riesgos. Nicolás de Salas -socio director de Ceca Magán Abogados- es tajante en este punto, instándonos a poner en marcha dos líneas de trabajo: su primera recomendación nos habla de integrar en los comités de riesgos de las empresas, junto a los responsables de organización, "marketing" y operaciones, a profesionales del derecho que aconsejen y supervisen el aspecto legal de las operaciones empresariales. En segundo lugar, nos recomienda disponer de un código de conducta ético que debe convertirse en el ADN de toda la plantilla y en marca de la empresa. Un código ético que recoja los valores de la marca, la política de transparencia y el compromiso de buen gobierno de la empresa.

Finalmente, el tercer bloque de atención en esta ventana que mira a futuro está relacionado con la gestión del talento en las empresas. Alfonso Jiménez -socio-director de Peoplematters- llama la atención sobre un aspecto que tiene que ver con la pirámide poblacional en nuestra sociedad actual. Se observa que, en términos absolutos, el segmento de mayores de 50 años en el conjunto de la población laboral activa está creciendo más en los últimos años debido a la reducción tendencial de la natalidad. Por ello, cuando hablamos de talento hay que pensar en términos de diversidad generacional: parte de ese talento pertenece a personas "mayores", que necesariamente tendrá que convivir con el talento joven. No es fácil. Las barreras y objeciones provienen de los dos lados, pero lo inteligente es ponerlo en clave de suma. Insistimos, no es fácil, pero es el buen camino.

*AED Canarias

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