Es lo que nos encontramos cada día. Y no es una cosa coyuntural. Se ha hecho estructural. Una forma de ir tirando aquí y allá, por doquier. Y no es nueva. A lo largo del tiempo que llevo colaborando en los periódicos de esta casa (Jornada y EL DÍA), me he referido a la corrupción en 47 ocasiones. En una ya antañona, corriendo el mes de mayo de 1990, me refería a unas declaraciones del entonces presidente Felipe González efectuadas en Canadá, hechas allí como si fuese un espacio bucólico que le liberase de la presión que debía sentir aquí por "la tensión con los sindicatos, el alto nivel de pobreza, la injusta distribución de la renta per cápita, el desarrollo de la delincuencia, la precariedad del empleo, la evolución ascendente de la corrupción...". Este entrecomillado, que exponía yo en aquel 1990, me parece vigente hoy, en 2017. De ahí que el problema lo catalogue como estructural. Estamos donde estábamos.

Decía en aquella ocasión don Felipe González que "se va a sancionar a las empresas que sobornen o intenten sobornar, no considerándolas para la licitación de nuevas obras". Y decía yo entonces que me parecía un aviso a las empresas para que callasen lo mucho que conocían de presiones para "dejar caer la comisión". Con antelación nos habíamos cargado las funciones del "Cuerpo general de interventores" y la consulta previa de inconstitucionalidad. Todo ello en el "ánimo" de otorgar más agilidad a las actuaciones de los municipios y de las autonomías. Y de aquellos polvos, y anteriores, los lodazales en que nos hemos ido refocilando.

La corrupción ha seguido creciendo. Para beneficios particulares. Para los cuantiosos gastos de los partidos políticos y de los sindicatos. Es una tela de araña bien tejida. Al menos, ahora, estamos viendo que se depuran algunas responsabilidades. La fiscalía anticorrupción y la Justicia están actuando. No sé si de oficio o por denuncia previa. Pero, al menos, algo vamos viendo. Pero también vemos cómo desde los partidos políticos y sindicatos se lanzan venablos como si estuvieran impolutos. Y todos están en el lodazal, el que no fue por Filesa lo es por Gürtell, o por Púnica, o por ERE, o por cursos de formación. Es, en definitiva, llevárselo crudo y acumulando desviaciones de miles de millones que siempre paga el contribuyente. Y de todo esto el otrora don Pablo Manuel Iglesias, hoy don Pablo Iglesias, pretende sacar ventaja. Que Emmanuel nos proteja.