Muchas veces me he preguntado por qué ese empeño de eliminar la Filosofía de los planes de estudio, por qué, como parece, suprimir la Literatura Universal como materia optativa en segundo de Bachillerato o por qué estorban las Humanidades, la Religión, el Latín o el Griego.

Y gran parte de la respuesta -así como la actitud para resistir a este tipo de barbarie cultural- la encuentro en el poema "Invocación" de Raquel Lanseros: "Que no crezca jamás en mis entrañas / esa calma aparente llamada escepticismo". Porque la mente de quien no cree posible el conocimiento moral tiende a cegar cualquier fuente vertical de entusiasmo que eleve el alma, y a arrasar con cualquier tipo de saber que rompa la quietud horizontal del hombre pegado a tierra.

"Huya yo del resabio, / del cinismo, de la imparcialidad de hombros encogidos", continúa el poema, ya que cuando toda opción moral es relativa, se enfría el corazón y se paraliza la generosidad: se llega a la indiferencia moral, por la propia confusión e inseguridad, alimentada, además, por la tendencia a camuflar las propias miserias que siempre han acompañado al mundo interior humano.

Afirma Robert Spaemann que en el comienzo del cinismo, en muchas ocasiones hubo un fanático desengañado; alguien que trató de forzar la realidad interpretándola siempre bajo una ideología cerrada y que, después, quedó defraudado al comprobar que aquello no ajustaba de ninguna manera. Entonces llegó al desencanto y a estar de vuelta de todo. Y esta persona defraudada será la que prohibirá cualquier asignatura humanista, pensando que todo saber no utilitario encierra un engaño similar al suyo.

Frente a la indolencia, Lanseros invoca: "Crea yo siempre en la vida / crea yo siempre / en las mil infinitas posibilidades", porque nadie "puede ser reemplazado en su función, ni su vida puede repetirse", en palabras de Viktor Frankl, y su tarea es única.

"Engáñenme los cantos de sirenas / tenga mi alma siempre un pellizco de ingenua". Ya que la esencia de la vida es no perder la ilusión de enamorados e imaginar su bien. Lo vio como nadie Julián Marías: "El que siente decepción debería preguntarse primero si no tendrá la culpa. Acaso por falta de imaginación. ¿Se ocupa cada uno de imaginar a los otros?¿No basta con la presencia? No, no basta, entre otras razones porque la persona nunca está presente; lo está su cuerpo, y en él se denuncia, se revela la persona, pero esta no tiene verdadera presencia más que en la imaginación. ¿Nos ocupamos de imaginar a las personas y, sobre todo, de seguir imaginándolas?". Para Lanseros, es cuestión de delicadeza interior: "Que nunca se parezca mi epidermis / a la piel de un paquidermo inconmovible, helado".

Hay muchos decepcionados con el mundo que les ha tocado vivir. No son malas personas, pero su visión negativa de la existencia, de la juventud, de la situación generalizada de corrupción, les conduce a la inacción, a recluirse en un círculo pequeño de amigos y a abandonar los ideales de mejorar la sociedad: se han vuelto más realistas. Ahora bien, ¿la sobreabundancia de conductas inmorales no debería resonar, como llamada enérgica, para intentar vivir una integridad personal absoluta y sin concesiones? "Llore yo todavía / por sueños imposibles / por amores prohibidos / por fantasías de niña hechas añicos", canta Raquel Lanseros. Y también: "Huya yo del realismo encorsetado", del no hacer nada y de eso que Claudio Magris denunciaba como "el pesimismo complacido de algunos intelectuales".

En mi opinión, es esta la hora de llenar el alma de Filosofía, de Ética, de Literatura y de Religión, y de educar el corazón de los hijos con estas herramientas: "Consérvense en mis labios las canciones, / muchas y muy ruidosas y con muchos acordes. / Por si vinieran tiempos de silencio".

No llegarán. Cantaremos canciones con los acordes fuertes de la vida: la Cultura.

ivancius@gmail.com