La Octava Isla se desangra. Los amigos y familiares que todos los canarios tenemos en Venezuela nos cuentan la situación tan complicada que se vive en un país donde se pelean los hermanos. La prensa nos bombardea con luchas fratricidas, a manera de crónica de una guerra civil que se tuitea y genera posturas contrapuestas en todos los soportes de comunicación. Antes era Cuba, ahora el huracán está en la tierra del petróleo, punto que ha servido de chivo expiatorio para que los partidos políticos en España saquen rédito en las elecciones, en el Congreso o en debates televisivos; como si Rajoy o Iglesias se presentaran a alcaldes en municipalidades o en los diferentes estados venezolanos. La solución es una fórmula difícil de ordenar por el grado de virulencia de la sociedad. El problema es la guerra entre el poder legislativo y el judicial, una batalla que el Tribunal Supremo de Justicia endureció tras asumir las competencias de la Asamblea Nacional, que cuenta con mayoría de la oposición. Si la Fiscalía, evidentemente, es cercana al chavismo, el producto está fuera de toda duda. La Unión Europea y la ONU muestran su preocupación, pero sin iniciativas efectivas que puedan otorgar algo de lógica a una coyuntura que vaticina más manifestaciones y más víctimas, tanto de un bando como de otro. No me gusta Maduro, que no es Chávez ni de lejos, ni por carisma ni por logros; la oposición no la veo trigo limpio, más mediática que numerosa, aunque está soportando las maniobras de un gobierno con ciertos tintes totalitarios. No vale que los observadores internacionales hayan verificado la limpieza de las elecciones, dado que la democracia no solo se mide a la hora de votar, sino también en las acciones del poder en toda su dimensión; en Venezuela no hay democracia diaria, ni sanitaria, ni social ni económica. En el otro vértice, la BBC realizó el pasado año un reportaje desmontando los mitos: en una encuesta realizada en 2015 el 90% de los venezolanos dijeron que están comiendo menos y de peor calidad, por lo que, según el Programa Mundial de Alimentos de la ONU, se declara esta situación siempre y cuando el 20% de los hogares sufran escasez severa, no un 43% como refleja la encuestadora Datanálisis. La ONU indica que una hambruna en el país, donde hay más de 30 millones de habitantes, implicaría 6.000 muertes al día por desnutrición. Venezuela tiene un sistema capitalista donde el sector privado tiene cierta actividad pese a las restricciones y expropiaciones del Estado. Si examinamos al detalle el papel de la oposición, también es cierto que algunos grupos llamando al magnicidio cometen un delito en toda regla. Imaginemos por un momento que ocurriera en España; ya todos sabemos qué pasaría. De todas formas, no estamos para dar lecciones cuando castigamos con cárcel a los que hacen chistes de Carrero Blanco en Twitter. No sé qué va a pasar con Venezuela, pero el panorama pinta mal y con salidas poco pacíficas a la inflación, la escasez de alimentos y medicinas y la inseguridad. La siguiente jugada es salir de la Organización de Estados Americanos (OEA), lo que conllevaría abandonar la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, el Comité Jurídico Interamericano y la Organización Panamericana de la Salud, que ofrece a sus miembros medicinas más baratas a través de un fondo común de los países. Venezuela se come a Venezuela.

@LuisfeblesC