Que las nuevas tecnologías de la información forman parte de nuestra vida cotidiana y de la forma que tenemos de comunicarnos es un hecho innegable. Junto al elevado número de ventajas surgen, cómo no, inconvenientes que hacen necesaria la búsqueda de nuevas soluciones. Y se encuentran aquellos problemas ya existentes, que lo único que hacen es continuar presentes, acoplándose a los nuevos canales de comunicación.

Respecto a estos viejos problemas, me llama poderosamente la atención la "campaña" en contra de los grupos de Whatsapp de padres y madres a la que asistimos en los últimos tiempos. Algunas vienen impulsadas desde colectivos docentes, en general estas con conocimiento de causa, bastante prudentes y en las que prevalece el sentido común. Otras, sin embargo, impresionan por venir desde la individualidad de las opiniones personales, en las que lo único que prevalece es la subjetividad. Es en estas últimas en las que puede percibirse (o quizá lo hago yo por deformación profesional) verdadera angustia ante la mera existencia de este canal de comunicación, con una visión a mi entender catastrofista y muy sesgada. Sin basarse en ningún tipo de evidencia, en los casos más comedidos se tilda de "inadecuado" el uso de esta herramienta y en otros se va más allá, demonizando y condenando el hecho de que los padres se comuniquen a través de este medio alegando, sin orden ni concierto, que "trae problemas", que "se atenta contra la protección de los menores" e incluso hay quien va más allá y llega a recomendar que "los grupos de Whatsapp de padres y madres no se usen para insultar o acosar". Entiendo que ningún ser humano debe insultar ni acosar a otro, y esto es algo tan básico para la convivencia que lo que se debe juzgar es el hecho y no el medio por el que se ejecuta.

Siempre han existido (y me temo que existirán) casos marginales en los que cualquier excusa y oportunidad es buena para dedicarse a armar gresca. Evidentemente, cuando estos casos ocurren, toda la comunidad educativa debe mostrar su firme repulsa y tomar las acciones legales pertinentes. Pero a lo que me refiero aquí es a la generalidad, y la realidad es que la generalidad de padres y madres mantiene unas normas básicas de educación y respeto. De ahí mi estupefacción ante esta avalancha de decálogos y recomendaciones, si me permiten, de Perogrullo.

Entiendo la angustia de los maestros. Entiendo perfectamente que se trata de un colectivo que ha visto mermada su autoridad en la sociedad, con ratios de alumnado inasumibles, cargas de trabajo cada vez más elevadas y que no recibe las ayudas y los tiempos necesarios para tan consabida e imprescindible "formación continuada". Son asuntos que deben solucionarse de una vez desde las instancias competentes, y todos deberíamos estar unidos para exigirlo. Pero no creo que parte de la solución sea demonizar las nuevas estrategias de comunicación entre padres "per se". Recordemos que hace no tantos años, cuando las mujeres no nos habíamos incorporado aún de forma plena al mercado laboral, éramos las que acudíamos todos los días a recoger a nuestros hijos. Y nos reuníamos en la puerta de las escuelas, y hacíamos corrillos y se hablaba. Se hablaba de todo. Ocurría exactamente lo mismo que ahora temen tanto algunos: comunicación. De lo bueno, de lo malo, de lo que nos parecía, de lo que no. De impresiones subjetivas y consideraciones objetivas. Cada cual y cada uno con su educación, su capacidad de respeto y su tolerancia. Eso no lo va a cambiar la vía por la que se comunique, lo cambia precisamente la educación.

Los padres y madres (insisto, la generalidad) queremos saber y estar informados de lo que ocurre alrededor de nuestros hijos y participar en su educación de la mejor forma que nuestra condición actual nos permita. Y porque nosotros también nos angustiamos, necesitamos saber, necesitamos estar al corriente y necesitamos el "feedback" de nuestros iguales.

Como profesional de la Psiquiatría, considero que la única herramienta válida para derrotar los miedos y disipar las angustias tanto de unos como de otros es la comunicación. Padres, madres y maestros debemos forzosamente crear espacios para comunicarnos, para debatir, para discutir, para hacer crítica constructiva y poner una base firme y sólida en lo que pomposamente hacemos llamar "comunidad educativa" para que, de una vez, se convierta en una realidad. Por el futuro de los que vienen.

*Médico especialista en Psiquiatría. Mamá de un niño de 6 años