"Conjunto o agregado de personas que siguen o defienden una misma facción, opinión o causa". Eso entendía yo que era el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en el correr de los últimos años 70 y principio de los 80 del pasado siglo. Después se fue modificando la cosa por el pragmatismo con que se aplicaba el que era secretario general, don Felipe González Márquez. Las ideas fuerza del PSOE se iban diluyendo en pos de unos contenidos pseudoburgueses aliñados de corrupción. No es nueva la corrupción que estamos soportando hoy en día. Viene de lejos; de muy lejos. Hoy parece que tiene más presencia en los banquillos judiciales, cosa que es de agradecer si se trata de erradicarla.

A lo que iba. El partido fue cambiando su proyecto de futuro merced al carisma de su secretario general que a su vez era presidente del Gobierno. En más de una ocasión, en la columna "Desde mi exilio", en Jornada Deportiva de esta casa, argumenté en la necesidad de que los cargos de presidente del Gobierno y secretario general del partido debían estar disociados. Y ello porque se veía cómo el fundamento ideológico del partido iba quedando subsumido por la actividad pragmática del presidente del Gobierno.

Así, por ejemplo, podíamos conocer en 1994 (en la revista Tiempo) opiniones de algunas personalidades del espectro político. Don Leopoldo Torres decía: "En 1974 estábamos tan cargados de utopía como faltos de experiencia. Veinte años después, cuando nos sobra experiencia, incluida alguna negativa, parece necesario recuperar algunas utopías de aquellos tiempos para reforzar nuestra identidad de izquierda de cara a una acción política".

También podíamos conocer la paulatina decepción que había sufrido don Nicolás Redondo respecto del "Isidoro" que fue su apuesta en Suresnes para dirigir el PSOE. Decía don Nicolás respecto de Felipe González: "Entonces tenía sentido de la solidaridad, un profundo sentimiento social y unas ideas políticas claras. Hoy no destaca en su persona ese compromiso de justicia social (...) Desde el Gobierno socialista ha matado esa propensión que tiene todo partido socialista hacia una política reformista, prudente y moderada que, por otra parte, defiende la mayor parte del partido".

Y al partido (PSOE) se le fue cayendo la O de obrero, la S de socialista, y con el ínclito señor Zapatero se le cayó la E de español. Y en la realidad del día a día quedó sólo en "partido" que, además de lo conceptuado al principio, es sinónimo de dividido, roto, fragmentado. Situación que, me temo, no van a solucionar satisfactoriamente las "primarias" que mañana se dan en la sede de la calle Ferraz. Ojalá cunda el sentido común y el entendimiento.