Un viejo chiste norteamericano cuenta que un joven está haciendo dedo en una gran carretera del país. Consigue que pare un coche y el conductor le pregunta "¿eres demócrata o republicano?". El joven contesta, demócrata. Y el conductor se va. Así le pasa en varias ocasiones. El pibe considera que está en un estado muy conservador y en cuanto le para el siguiente vehículo, un descapotable con una espléndida rubia que le hace la misma pregunta, contesta: "Republicano". La chica le invita a subir. Pero cuando lleva un rato de viaje, el viento empieza a levantar la falta de la conductora y el joven grita: "¡Para. Para! No llevo ni diez minutos siendo republicano y ya empiezo a sentir ganas de joder a alguien".

Los sanchistas no llevan ni un telediario al frente del PSOE y ya empiezan a pasar cosas raras. Se cuentan broncas en los pasillos del Congreso entre socialistas de distintos bandos. Parte del eufórico equipo de Sánchez quiere extinguir a los derrotados ("el valle de los caídos" como les burlan en las redes). Y Susana Díaz y algunos barones están maniobrando para hacerse con grandes cuotas del poder en el congreso federal, con lo que Sánchez podría quedar cercado. Y las relaciones del presidente de la gestora, Javier Fernández, y Pedro Sánchez rozan el punto de congelación. Vaya panorama.

Lo más llamativo es, sin embargo, la respuesta inmediata del equipo de Sánchez a la propuesta de Pablo Iglesias de retirar la moción de censura que ha presentado Podemos contra Rajoy a cambio de que el PSOE presente una, que ellos apoyarían. Y la respuesta ha sido "que te den". Pero vamos a ver, ¿no ha sido el voto del "no es no" una especie de revancha porque los popes socialistas hoy derrotados colocaron a Rajoy en el poder con aquella abstención del pasado año? ¿No han votado las bases cabreadas porque el PSOE se plegara a la abstención para evitar unas nuevas elecciones anticipadas? Lo consecuente, por lo tanto, sería estrenarse en el cargo devolviendo el asunto a la casilla de salida. O sea, volver al márchese, señor Rajoy.

Puede que sea lógico que nada más poner el culo en la silla -aún ni siquiera lo ha puesto- Pedro Sánchez no esté por empezar con una jarana de tal calibre. Pero según sus propios postulados, quienes tendrían que haber respondido a ese envite serían esas mismas bases cabreadas y esa militancia decepcionada que le votó contra el aparato. O lo que es lo mismo, que el nuevo reinado de la democracia real de Sánchez, de la gestión participativa que da voz a todos los militantes, hubiera debido empezar con una consulta sobre si aceptar la oferta envenenada de Iglesias, que no ha esperado ni cinco minuto para sacar el soplete y empezar a churruscar al nuevo aparato socialista. Pero nada de eso.

El Cid Campeador del nuevo socialismo español, al que todavía le queda ganar una dura batalla federal, empieza su reinado con una pequeña gran contradicción. La primera, en la frente.