Según la definición que obra en la Organización Mundial de la Salud, esta no es mera ausencia de enfermedad, sino también un estado óptimo de bienestar físico, mental y social. La salud no es algo que se posea como un bien, sino una forma de funcionar en armonía con su medio.

Por otro lado, el convenio 187 de la Organización Internacional de Trabajo hace referencia a la cultura de la prevención señalando que esta expresión se refiere al derecho a gozar de un medio ambiente de trabajo seguro y saludable que se respeta en todos los niveles, en la que la Administración pública, los empleadores y los trabajadores y trabajadoras participan activamente en iniciativas destinadas a asegurar un medio ambiente de trabajo seguro y saludable mediante un sistema de derechos, responsabilidades y derechos bien definidos, y en la que se concede máxima prioridad al principio de prevención. La cultura preventiva puede entenderse como el producto de los valores, actitudes, competencias y patrones de comportamiento, grupales e individuales, que determinan el compromiso y el estilo y la competencia de los programas de salud y seguridad de la organización y la sociedad. Esta conceptualización lleva implícita una lógica de proceso según la cual se dispone de buenos canales de información, se tiene capacidad de entender los riesgos que se enfrenta, priorizarlos, identificar caminos prácticos para ponerlos bajo control y se cuenta con mecanismos de discusión para lograr el mejor tratamiento.

Por ello, la sostenibilidad de las condiciones de trabajo y empleo a lo largo de la vida laboral son parte de la estrategia requerida por parte de la Estrategia 2020 de la Unión Europea, y más en un contexto de envejecimiento progresivo de la población activa. Es por ello que se hace necesario el conocimiento de los factores de riesgo existentes en cada etapa de la vida laboral para adaptar las tareas a las condiciones evolutivas de las personas y de los puestos que estas ocupan.

Si tenemos en cuenta que la entrada en las relaciones laborales se hace dependiendo de la evolución del crecimiento económico, tiene una especial afección sobre conceptos como jornada, retribución y condiciones de trabajo. De esta forma, se da la paradoja de que pudiera darse que la siniestralidad laboral estuviera correlacionada con la situación económica de determinadas regiones, de modo que el reto a alcanzar es la de establecer un umbral estructural independiente de la cantidad de población ocupada existente y de empresas en activo apostando por establecer los mecanismos adecuados que lo generen.

En este sentido, se pueden habilitar dos campos de actuación. Por un lado, la actitud solucionadora ante incidencias acontecidas, la cual debe ser rápida y transparente, y, por el otro, la preventiva. Para ello, las claves para esta última son la concienciación de las empresas, la reivindicación de los derechos y la participación de las plantillas en todas las actividades relacionadas con la mejora continua de las condiciones de trabajo. Las tareas de organizar, planificar y realizar una efectiva mejora en las condiciones de salud y seguridad conlleva el desarrollo y bienestar a la productividad y la ganancia de competencia de nuestra estructura productiva. Así que las actividades en materia de salud y seguridad laboral deben tener por objeto evitar los accidentes y las enfermedades laborales.

Prevenir es anticiparse, es decir, actuar antes de que ocurran sucesos indeseados. En el ámbito que nos ocupa sería intervenir en el proceso de trabajo mejorándolo para evitar que las personas que desarrollan su actividad profesional vean afectada su salud como consecuencia del desarrollo de sus tareas.

También la Constitución de la propia Organización Internacional del Trabajo reconoce entre sus fines y objetivos la obligación de fomentar la protección de la vida y la salud de las plantillas en todas las ocupaciones, instando a los países miembros a formular políticas de seguridad y salud para proteger este derecho. De este modo, se crea, se promueve y se intensifica la sensibilidad en relación con las dimensiones y consecuencias de los accidentes vinculados con el trabajo y las enfermedades profesionales. Paralelamente se ha de apostar por promover el objetivo de la protección social para todos los trabajadores de conformidad con las normas internacionales del trabajo, así como mejorar la capacidad de las regiones para el diseño y la ejecución de políticas y programas eficaces de prevención y protección.

En Canarias, hemos asumido la Estrategia 2020 de la UE. De esa forma, en la Estrategia Canaria de Seguridad y Salud en el Trabajo 2015-2020, se establece como uno de los objetivos prioritarios el fomento de la cultura preventiva, que debe iniciarse desde edades tempranas para que, cuando la población activa futura acceda al mercado de trabajo, lo haga con unos valores que harán más fácil su integración a puestos de trabajos seguros y saludables. Pero también apostamos por inculcar esa cultura al tejido empresarial, a los trabajadores y trabajadoras y a la sociedad en general, para que la definición de la Organización Mundial de la Salud sea una realidad en nuestra tierra.

*Director general de Trabajo del Gobierno de Canarias