Fueron demasiadas horas las pasadas en los aeropuertos de Los Ángeles y Gatwick como para no percibir importantes diferencias culturales y sociológicas. En el aeropuerto de Los Ángeles, que yo viera, había dos empleadas ordenando las filas con el velo islámico y uniforme. Los burkas (en pasaje) eran unos cuantos. El español de América es el otro idioma. En Gatwick, aún más horas (casi diez), uno espera encontrar el famoso multiculturalismo inglés, pero lo que encuentra es la vieja Europa en estado puro. Burkas en diez horas no vi ninguno; velos, me imagino que alguno, pero no en empleadas, y muy pocas personas negras y asiáticas. Y el español oído es de españoles. El país considerado menos europeo lo debe ser dependiendo de dónde vengas. Mi impresión en todo momento era de estar en Europa, en su corazón. En un mundo declinante. Ya el escritor Philip Roth lo pensó de sus antepasados judíos europeos ("ostjuden"), hace setenta años en Nueva Jersey.

Durante la II Guerra Mundial, París traspasó la capitalidad artística a Nueva York; el disparo de salida fue el expresionismo abstracto. Sin duda, Estados Unidos es la gran potencia cultural a la que se le suelen oponer grupos folclóricos y etnografía varia; más en tiempos de relanzamiento de mitos y devociones arcaicas. Donde no se ha artillado la religión lo ha hecho el mito con su pulsión más primigenia. El arte contemporáneo pone en solfa esos retrocesos por ser avanzadilla cultural. Casualmente pionera.

La costa oeste americana es un bastión cultural inigualable en el mundo. Costa que derrocha modernidad, progreso, multiculturalismo, libertad, creatividad... San Francisco y Berkeley acogieron a la generación "beat", jipis, contracultura, orientalismo y experiencias colectivas. El barrio de Haight Ashbury y Berkeley arrollan por su belleza con el aura de glorias pasadas. El museo Sfmoma con los de Los Ángeles Moca, Broad, Lacma y otros son la oferta del Pacífico.

La catedral del español Rafael Moneo, que se alza en pleno Downtown de L.A., nos ha conmovido. Es la última catedral, que hace de la Sagrada Familia una obra de Disneyland, y que es capaz de estimular el culto tradicional con líneas, planos y volúmenes inusitados y bellísimos.

El Moca mostraba algo en lo que hay que empezar a creer. Basquiat fue su precursor, pero ahora mismo hay un arte afroamericano en plástica de contundente energía. La negritud es mancha, no fisonomía; un "pop art" de gueto. Clave: ¿los "estudios culturales" en boga? Difícil: no disponen del talento. Mastry, el autor inolvidable.