La gente de Podemos la ha cogido con Pedro Quevedo, el diputado de Nueva Canarias. No sólo porque ha apoyado los Presupuestos, sino porque con él se configura una mayoría posible de 176 escaños que permitiría respirar al Gobierno de Rajoy. El cabreo que tienen es monumental.

El problema es que en Podemos se hacen la picha un lío. Por un lado, están por la existencia del derecho a la autodeterminación y por el respeto a una realidad territorial distinta, como demuestran sus tormentosas alianzas en Cataluña, Valencia o Galicia. ¿Y les parece mal que Quevedo saque unas perras para Canarias cuando están apoyando que Puigdemont saque las urnas de la independencia a la calle?

La ofensiva contra Quevedo, al que el portavoz de asuntos económicos de Podemos, Alberto Montero, ha llamado "el octavo pasajero" del PSOE, es desproporcionada. Pablo Echenique ha dicho, escupiendo espuma por la boca, que Quevedo está "contento por haber sido comprado por el PP" e Irene Montero, digital portavoz parlamentaria, ha pedido responsabilidades a los socialistas como si el diputado de Nueva Canarias les perteneciera en usufructo. Se les nota el cabreo. A Podemos se le ha escurrido entre las manos el gran momento político de un gobierno débil, incapaz de aprobar los presupuestos, y un presidente fracasado. Un aliño perfecto para discutir la moción de censura presentada por Pablo Iglesias que en las actuales circunstancias corre peligro de transformarse en una perfecta inutilidad política.

A Iglesias le están contrariando algunas cosas últimamente. Que Pedro Sánchez haya mostrado de forma tan contundente su disposición a combatir el foco secesionista de Cataluña, alineándose de forma incondicional con el Gobierno y la Constitución, ha dejado traspuesto al líder de Podemos, que confiaba en estirar el chicle de la tradicional indefinición que hasta ahora había demostrado el nuevo secretario general socialista. Pero si quieres arroz, dos tazas. Sánchez se pone del otro lado de forma tajante y deja a Iglesias en la soledad de la España rota y el soberanismo insolidario y antieuropeo. Dicho de otra manera: le está empujando para que se vaya al rincón de los antisistema.

Y como éramos pocos, la abuela parió a Quevedo. El "octavo pasajero" después del séptimo, que es Ana Oramas. Los canarios negociaron sus dos votos en el Congreso para conseguir más perras para las Islas. Y a Pablo Iglesias se le fue por el desagüe la oportunidad de confrontar a Rajoy con el fracaso de unos presupuestos.

En marzo de este año, Esquerra Republicana de Cataluña anunció su voto favorable, con el PP, para permitir cortar el rabo de los perros por razones estéticas. Se lió la de dios es cristo con los animalistas y se desdijeron velozmente. Pero nadie de Podemos le dedicó a sus colegas catalanes una andanada similar a la que le han destinado al diputado canario. Debieron pensar que Quevedo era una mascota de la oposición. Pero acaban de descubrir que mueve el rabo por su cuenta. Y encima no se lo pueden cortar.