Toda vez que el término "señorito" ha quedado fuera del tratamiento entre las personas y su uso ha sido restringido a la actitud de algún varón finolis que necesita un criado, el protocolo internacional se ha puesto de acuerdo para dirigirse a una mujer como "señora", aboliendo así el arcaico término "señorita". Pero algunas se han rebelado y quieren para sí esa fantástica condición de poder ser una cosa y la contraria al mismo tiempo. Y ambas palabras resultan incompletas a la hora de definir a una mujer o, al menos, tal y como ellas quieren que las definamos. Se sienten señoras pero a la vez señoritas, y cada vez que uno se dirige a ellas tiene que cogérsela con papel de fumar para no ser corregido.

Y si "señora" implica respeto, también puede llevar implícito excesiva madurez, asunto este que te puede costar un disgusto a la hora de dar una impresión. Pero por contra, cada mujer lleva una revolucionaria dentro, y si "señorito" es una cursilada, llamarlas "señoritas" les puede resultar hasta un insulto. Y hoy no hablo de la RAE, sino de las normas entre personas. El otro día en una mesa el camarero se dirigió a una amiga recién divorciada como "señora", y esta le respondió: "¡Oiga, señorita, que no sabe usted lo que me ha costado recuperarlo!". Esto empieza a ser un lío mayúsculo para el que ni san Google tiene solución. Los machos andan hoy sin dar tino, metiendo la pata una vez detrás de otra y forzados, hoy más que nunca, a intentar predecir a una mujer. Vaya lío, tú.

@JC_Alberto