Ser hoy padre o madre de un preadolescente es una agonía. La vida social de los enanos se ha convertido en una cita detrás de otra y los cumpleaños a los que tienen que asistir son más complicados de cuadrar que la propia agenda de las infantas. Además, estos son tiempos de comuniones, con lo que la sacadera de perras se multiplica considerablemente. Y es que sí, existe algo más puñetero que "tener" que agasajar a un hijo, y es "tener" que agasajar a sus pequeños amigos. No soy padre, y a estas alturas de la vida, que quieren que les diga, tampoco creo que lo vaya a ser. Y si puedo haberlo echado de menos, historias como las que les cuento me invitan a pensar que ¡chiquita escapada!

Ay, ¿ y qué me dicen de ese "chat de padres"? Si el WhatsApp lo carga el diablo, este grupo es el mismísimo infierno en llamas. Entre ellos, los progenitores intentan ser amigos, pero no lo son. Se conocen de poco para acá y todo son interpretaciones: el gran pecado de WhatsApp, interpretar. Los textos suelen emanar buen rollito, pero lo cierto es que el grupo espera ávido cualquier mensaje para poner a caer de un burro a su remitente. Incluso delante de nuestro hijo. Con los padres del cole no hay piedad, es una rajada tras otra. Y es que como padres somos los mejores, y eso, nuestro chiquillo, tiene que tenerlo grabado a fuego.

@JC_Alberto