Con este mismo título escribía un artículo en la columna "Desde mi exilio", en Jornada Deportiva, el 28 de noviembre de 1989. En tal ocasión, como en la presente, se trataba de la mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados. En aquel momento, tras las elecciones de octubre de aquel año, el escaño 176 estuvo dubitativo. Una larga noche de escrutinio con silencio sepulcral hasta que se tuvo el 85% del censo escrutado, tras lo cual ya empezó a anunciar el Sr. Guerra la posibilidad de adquirir la mayoría absoluta en función de los restos.

La mayoría absoluta salió porque algunos "echaron el resto". Pero se perdió después por la anulación de una serie de mesas en que había más votos que votantes. Ello por el delito electoral de aquellos interventores del partido que votaron dos veces y que, respecto de lo cual, don Felipe González (a la sazón secretario general del PSOE) dijo que no se iban a exigir responsabilidades a tales interventores.

En la presente ocasión el escaño 176 ha tenido su notable importancia para la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado (PGE). Y ese escaño ha sido el de don Pedro Quevedo, de la Nueva Canarias de don Román Rodríguez, y en lo que ha tenido un extraordinario trabajo en su calidad de comprometido economista el amigo Fermín. Hago un inciso aquí porque hace muchos años que conocí a Fermín, cuando luchábamos por el No a la OTAN en aquel referéndum "plebiscitario" que organizó don Felipe González y que propició lo de Filesa como fuente de financiación a tal fin.

Durante la negociación de los PGE, don Pedro Quevedo ha adquirido una notoriedad mediática importante que se ha visto consolidada con el apoyo final. Notoriedad que no se le ha subido a la cabeza, a juzgar por sus declaraciones en distintos medios y debates. De ello quedó constancia en el debate de la pasada semana en TVE1 Canaria y que a mí me complació.

Con posterioridad leía una entrevista que se le hacía en Diario de Avisos y me disgustó algo que decía y que me pareció que no estaba en consonancia con anteriores declaraciones. En alguna manera venía a devaluar la negociación llevada a cabo por doña Ana Oramas con el Gobierno del Sr. Rajoy y al mismo fin. Me sentí mal porque ambos, cada uno desde sus posiciones, aportaron y comprometieron todo lo que pudieron para que, con cesiones para Canarias, los PGE salieran adelante. Y el 176 no hubiese sido posible sin el 175. Y aunque sólo fuese por esto, el Sr. Quevedo, por quien siento afecto y respeto, debiera haberse abstenido de minusvalorar lo actuado por la Sra. Oramas; por más que transiten por campos diferentes del nacionalismo canario.