Mediado junio, el santo de Lisboa (para sus compatriotas portugueses) y de Padua (para los italianos) es festejado en la norteña Garafía con la más alegre romería y la más colorista feria ganadera. Escribimos de una arraigada devoción que, en el siglo XVI, disputó a la villa y templo de La Luz los usos parroquiales; y, frente a la imagen del predicador, teólogo y doctor de la iglesia, allí se venera al sencillo patrón de pastores y labriegos, y, en su honor, cumplen un nutrido programa de actos y regocijos que atraen a gentes de todas las esquinas palmeras.

Bautizado por su impresionante entorno -un llano de tierra roja, a mil metros de altura y bordeado de colosales coníferas, donde se ubican la ermita y el recinto ferial-, a San Antonio del Monte tendríamos que agregarle el título de San Antonio del Vino, porque ningún otro municipio apostó, y apuesta, con tanta fuerza y constancia por una tradición entrañada en nuestra historia y cultura.

Con tantos años como el nuevo siglo, el ayuntamiento garafiano convoca un concurso dedicado a la Denominación de Origen La Palma, en cada edición mejorado en participación y alcance. Y ahora, por primera vez en el Archipiélago, estrena otro certamen para los caldos elaborados con uva procedente de agricultura ecológica.

"Garafía lo natural" es el título de una iniciativa con sólo dos precedentes a nivel estatal y que tiene entre sus objetivos divulgar la calidad de los caldos inscritos en el Registro de Operadores de Producción Ecológica de Canarias (ROPE) y que supone un merecido y eficaz espaldarazo a los agricultores que, con la decisión y el riesgo de los pioneros, buscan nuevas y cualificadas alternativas para el sector primario que, hasta la irrupción del turismo, fue el primer motor de la economía canaria.

En un amplio y variado programa donde alternan los regocijos populares y el folclore, San Antonio del Monte pone en valor los primores de la agricultura y la ganadería palmera y, desde 2017, apoya acciones que unen a las exigencias de calidad las responsabilidades colectivas en el cuidado del paisaje y el respeto por la naturaleza, que es el principal activo de nuestro Archipiélago. Cuando el amable lector tenga esta columna en sus manos, en el frondoso bosque garafiano los vinos ecológicos tendrán una prueba multitudinaria llamada al éxito que merecen sus esforzados productores.