Alrededor de la Semana Santa pasada vimos, en España, y en el mundo con mayor crudeza, circunstancias trágicas, de Norte a Sur, en todos los continentes, afectando a diversos grupos sociales y políticos. En España, ya tomamos nota del trabajo del catedrático Jorge de Esteban sobre "Reforma de la Constitución", con propuesta de soluciones para la problemática española. Pero sin entrar ahora en las cuestiones concretas, me lleva todo ello a recordar el discurso del Papa Benedicto XVI, que en 2013, ante el Cuerpo Diplomático, en la Santa Sede, lanzó mensajes sobre la erradicación de la violencia, junto a la ayuda de Dios, idea central de su pontificado, seguida en términos aparentemente más suaves por el Papa Francisco.

Por aquellas mismas fechas, el cardenal Cañizares insistía en el rearme moral de la sociedad y del hombre, que por su propia debilidad impide desplegar el caudal de valores de la persona. La sociedad, en definitiva, debe educar para la honestidad y la justicia. Por nuestra parte, en mi obra "Libertad y derecho a la enseñanza de la religión", ediciones de 1989, 1994 y 2004, hemos analizado exhaustivamente la problemática del abandono de la educación, la formación religiosa o la marginación de lo religioso.

Recordamos en definitiva la tesis del Papa Emérito: el olvido de Dios engendra violencia. Viendo la procesión legionaria del Cristo de la Buena Muerte, se comprende mejor que cuando no hay olvido de Dios, no entra la violencia.

*Premio Nacional de Literatura