¿Te pareces a mamá o a papá? A la mayoría de nosotros nos han lanzado esta pregunta incómoda. Los niños miran con enfado, los padres clavan los ojos en sus hijos y el preguntón jamás recibe respuesta. El niño piensa que se parece a su madre, el papá y la mamá ven su reflejo en su hijo y el preguntón piensa: "Este pobre niño sacó lo peor de cada uno de sus padres". ¿Hay respuesta? Por supuesto que sí. La Teoría de la Evolución de Darwin dice que la genética gobierna lo que somos. Solo unos pequeños "defectos" hacen que evolucionemos poco a poco como especie. En un porcentaje altísimo somos exactamente la mezcla de papá y mamá.

Algo tan simple como la Teoría de la Evolución resultó explicar muchísimas cosas. Hacer ciencia es encontrar algo que seguramente es simple pero que nunca nadie entendió antes.

A los núcleos de las galaxias les pasa algo parecido pero su misterio aún no está resuelto. Comencemos la historia desde el principio. Hoy creemos que todos los centros de las galaxias contienen un agujero negro supermasivo. Es una masa de entre un millón y mil millones de masas del Sol que se han agolpado en un espacio muy pequeño. Si nuestro cuerpo pudiera ser comprimido al espacio que ocupa la cabeza de un alfiler, quizás tendríamos una densidad de masa comparable a un agujero negro.

En general los núcleos contienen estos agujeros negros supermasivos pero no están creciendo (conocidos como núcleos pasivos). Un porcentaje muy pequeño de ellos son núcleos activos donde sabemos que se está agolpando cada vez más masa en su agujero negro supermasivo. Principalmente sabemos que son activos por lo brillantes que son. Mientras que las galaxias con núcleos pasivos emiten en sus partes centrales menos de un 1% de la luz que emite toda la galaxia, un núcleo activo puede llegar a brillar tanto como todo el resto de la galaxia. Hoy en día creemos que los centros de las galaxias pasan por fases donde el núcleo comienza a brillar porque comienza a arrastrar materia hacia su agujero negro, se mantienen activos por un tiempo y vuelven a la fase pasiva. Muchos astrónomos estamos interesados en saber cómo evolucionan los núcleos activos porque creemos que nos ayudará a entender cómo han evolucionado las galaxias y, en definitiva, el Universo.

Pero este estudio no es simple. Creemos que el tiempo que transcurre entre el encendido y apagado del núcleo activo es de unos 100 000 años. En realidad es poco si pensamos en la edad del Universo (unos diez mil millones de años). Sin embargo, esto es mucho si queremos sentarnos a verlos evolucionar. ¿Entonces cómo lo hacemos? Como lo hizo Darwin. Darwin observó distintas especies y entendió que es posible que tuvieran relación entre ellas.

Hemos clasificado miles de núcleos activos en distintos tipos o clases. Creemos que algunos de estos tipos corresponden a una fase evolutiva distinta de la vida de los núcleos activos. Creemos que si pudiéramos esperar el tiempo suficiente podríamos ver cómo un núcleo activo transita suavemente por estos tipos hasta apagarse.

Sin embargo, no es lo único que puede estar determinando las diferencias. Permítanme una analogía para explicarlo. Imaginemos a una familia completa en la sala de su casa, incluyendo a los abuelos, papá, mamá, hijo e hija. Si entro a la habitación puedo saber muchos detalles. El abuelo está sentado al lado de la ventana. El hijo da vueltas como loco a la sala con su patinete. La niña es una bebé con pañales que llora en una cuna. La abuela, mamá y papá charlan. ¿Qué pasaría si no puedo entrar en la sala? Del otro lado de la calle y a través de la ventana no podría ver al abuelo. No vería tampoco a la niña, porque se encuentra dentro de la cuna. Quizás vería a tres personas muy juntas pero no sabría si conversan. Si me quedo un rato observando vería a una persona de menor estatura que aparece y desaparece en la ventana. Si observo solo un instante puede ser que crea que no hay nadie más. ¿Cómo podría saber que es una familia?

Todo esto pasa cuando observamos con nuestros telescopio los núcleos activos. A veces, como ocurre con el abuelo, no los vemos porque hay una estructura de polvo en torno a ellos que nos impide la visión. Los vemos cuando casualmente encontramos una ventana. En otros casos, como pasa con la niña en la cuna, son tan débiles que no tenemos la sensibilidad suficiente con nuestros telescopios para detectarlos. Estamos perdiendo posiblemente las fases más tempranas de la evolución de los núcleos activos. Otras veces son tan variables en el tiempo que, como el niño que pasa por la ventana, cambian sus propiedades rápidamente. Finalmente, es posible que veamos galaxias chocando con varios núcleos activos pero no podemos saber si estos núcleos activos "conversan", es decir, si influyen en la evolución de los otros.

Todo esto dificulta nuestro estudio pero no nos desalienta. Hay algunas diferencias en los tipos de núcleos activos que se deben a cambios evolutivos. Otras diferencias creemos que son debidas a cómo los vemos desde nuestra esquina del Universo. El día que consigamos entenderlo estoy segura de que diremos : "¿Cómo algo tan sencillo nunca nadie pudo entenderlo antes?" Me conformo con poner mi granito de arena en el camino. ¿A que solo eso es ya una gran aventura?

Omaira González Martín nació en Lanzarote en 1981. Estudió la Licenciatura en Física en la Universidad de La Laguna y realizó su tesis doctoral en el Instituto de Astrofísica de Andalucía (Granada) sobre núcleos activos de galaxias de baja luminosidad. Después trabajó un año en la Universidad de Leicester (Reino Unido), dos años en la Universidad de Creta (Grecia) y cuatro años en el Instituto de Astrofísica de Canarias. Desde 2014 es personal en plantilla del Instituto de Radioastronomía y Astrofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México.