Tal día como hoy, hace ochenta años y en su ático -7 Rue Grands-Augustins-, Pablo Picasso dio los últimos toques a la tela de veintiocho metros cuadrados y reforzó con gruesas pinceladas de Ripolin los doce símbolos -toro, paloma, caballo y humanos en muerte y duelo- con los que hizo del arte "una herramienta de defensa y lucha contra el enemigo.

Ocho décadas después, una exposición colectiva escolta al Guernica en el Reina Sofía, y medios y escritores evocan la gestación y leyenda del más dramático icono del siglo XX, realizado en cuarenta y ocho días, los que mediaron entre el bombardeo de la villa vasca y su traslado al pabellón español en la Exposición Internacional de París. Allí lo visitaron treinta millones de espectadores y, tras el evento, viajó por capitales europeas y americanas -para reunir fondos para la causa republicana y "ayudar a los vencidos y exiliados" tras la Guerra Civil-, antes de su depósito en el Museo de Arte Moderno de Nueva York.

En las reflexiones sobre un cuadro integrado sin debate en la historia mundial, la memoria frágil, o perversa, omitió los oficios de Javier Tusell (1945-2005), que, desde la Dirección General de Bellas Artes y contra cenizos y agoreros, abrió las negociaciones con el MOMA y los herederos del pintor malagueño para el rescate de una obra singular que sería devuelta a España con "la restitución de la República".

El muralista José Luis Galicia declaró a El País que, por su mediación, Picasso cambió la cláusula del régimen por la de "libertades públicas" y valoró el papel de Tusell, cesado por teléfono por Soledad Becerril, ministra de Cultura de UCD, siete meses después de la llegada del lienzo, el 10 de septiembre de 1981. (Inicialmente ocupó la sala central del Casón del Buen Retiro, mientras se debatió su destino final con la reclamación del Gobierno de Euskadi).

Pongamos en su lugar al democristiano templado y al lúcido y brillante relator de las convulsiones del siglo XX, injustamente orillado por miembros de la bulliciosa coalición en la que militó y por sectores de la cultura y la mediocre progresía que hoy se ensañan con la Transición, que fue como pudo, sólo eso.