Hay personas tan arrogantes que no saben alabar a una gran persona a quien admiran, sin representarlo como un eslabón o un sendero que conduce a ellas mismas.

Friedrich Nietzsche

Por lo visto, la arrogancia es un rasgo de personalidad que la sociedad valora y recompensa. No tenemos más que ver ejemplos en muchos campos como la política, las artes o el deporte.

Al parecer tenemos la tendencia a pensar que las personas con éxito son aquellas que tienen la capacidad de ponerse delante de los demás sin ningún tipo de consideración.

Sea conseguir más votos, más ventas, o más goles, muestra poco interés por quienes puedan dejar en el camino de su ascenso a la cima. Si has trabajado con alguien de estas características, sabes lo frustrante que puede llegar a ser que siempre sea la persona considerada cuando se trata de compensaciones o de ascensos en el ámbito laboral. Ya no hablemos si esta persona arrogante es tu pareja y siempre trata de tener razón o que se haga lo que él o ella dice.

Las investigaciones que en psicología se han realizado descubren que este tipo de personas tiende a buscar situaciones en las que destaque frente a otras en las que no obtenga rédito personal. Esto les hace desestimar cualquier tipo de trabajo en equipo o esfuerzo conjunto. Su deseo es, sobre todo, destacar por encima de las otras personas, y esto último no entra dentro de sus planes. Lo opuesto a la arrogancia es la afiliación, o el deseo de trabajar conjuntamente.

La pregunta parece sencilla: ¿qué es más deseable para ti? ¿Y para la sociedad? Paradójicamente, la sociedad premia la arrogancia. Probablemente porque se percibe como una expresión de competencia. Pensamos que si una persona está donde está, y además nos hace saber que lo está, será porque tiene confianza en sí mismo. Esto parece hacerle más deseable y popular.

Sin embargo, esta presunción lleva aparejada otra que no parece sustentarse en la evidencia: la de que la persona más arrogante puede ser la más indicada para manejar una situación que no solo le afecte a ella. Será así si esto conlleva reconocimiento y premios. O si no pone en riesgo su situación o estatus. En caso contrario, no contemos con que alguien arrogante pueda hacer algo por los demás sin que sea evidente.

La arrogancia desde un punto de vista psicológico combina algunos de los rasgos más indeseables en una persona, como son el narcisismo, la psicopatía o la agresividad. Una combinación bastante alejada de la empatía y la compasión. Estas personas están orientadas a ganar, no a encontrar acuerdos, lo que les hace bastante incómodos en grupos o actividades que requieran consensos o acuerdos.

En la adversidad podemos encontrarnos que una persona arrogante, que ha estado vanagloriándose de sus habilidades y capacidades, o bien no las tenga o sea incapaz de ponerlas al servicio de los demás Especialmente si nadie está mirando.

Si eres arrogante, tu vida es una competición. Es muy probable que tengas muchos seguidores y muy pocos amigos.

@LeocadioMartin