A finales de los 70 que estuve en Italia. Los italianos decían que sin Gobierno se manejaban mejor, pues vivieron los años que denominaron "de plomo" con una grave crisis económica y conflictos sociales. Algo parecido tuvimos en España en la década de los 30, y han pasado casi 50 años y no parece que las cosas hayan variado mucho. La política lo acapara todo, y hasta para poner un simple chiringuito se necesita un papeleo burocrático que pasa por las tres Administraciones, Gobierno de Canarias, Cabildo y Ayuntamiento correspondiente, un proceso que alarga el emprendimiento en el tiempo y que encarece las pretensiones de los solicitantes hasta el hartazgo y los hace desistir de embarcarse como empresarios.

Esta forma de gestionar hace que no se creen empresas, que no generen puestos de trabajo y que no aumente la cotización a la Seguridad Social, disparando el aumento de la economía sumergida y que se trate de eludir la obligación tributaria, unos más que otros, pero está en la idiosincrasia del ser humano evitar el paso por hacienda local o nacional. Por mucho que los funcionarios lo intenten, siempre habrá resquicios que no permitan una generalización de la tributación. Me explico.

En Tenerife a todos nos gusta salir a comer fuera a otro municipio, nos encanta un guachinche y a los inspectores también. Comemos, escriben el precio total de la cuenta en un simple cartón, sin nombre del establecimiento, sin fecha y con el importe total, y lo pagamos y nos vamos. ¿Cuántos piden la cuenta detallada? Nadie, porque el gasto no sirve para nada. Lo mismo pasa con casi todas las profesiones: dentistas, ginecólogos, traumatólogos, abogados, asesores, fontaneros, electricistas..., cualquier servicio. Simplemente es nuestra manera de ser, porque no hemos sido educados para ello desde pequeños; es una cuestión de conciencia y obligación, y diría de urbanidad, y cuando llegas a mayor disfrutas haciendo la "pillada" y regocijándote, pero engañándote a ti mismo.

Analicemos las razones del crecimiento de la economía sumergida. La primera, el exceso de intervencionismo y la maraña de leyes que sancionan y no impulsan. En Candelaria, para que te den un certificado de alineación y rasante de una carretera o camino terminado, tardan dos meses. Un papel que, teniendo todos los documentos en regla y estando en la base de datos del consistorio, se hace en cinco minutos. Poner en una calle durante las fiestas de un municipio cualquiera un camión, furgón o caravana de comida rápida cuesta por dos semanas: 1.800 euros en La Orotava o 2.000 euros en Candelaria o La Laguna. Si a la tasa le añades la legalización del personal, sueldos, materia prima e impuestos, ¿no es un abuso? ¿Cuánto hay que facturar para tener ganancias? Por ello, la trampa está a la orden del día: o no pagas bien al empleado, o no cotizas por él, o eludes presentar toda la facturación... Es como ser un "trilero" en cualquier calle, y la economía sumergida crece y crece, y todos nos perjudicamos.

Un país no tendrá nunca crecimiento económico sin buenos y competentes empresarios, y sin que la sociedad les dé el reconocimiento que les corresponde. Aparece uno, que gana dinero, está al corriente con sus obligaciones y dona unos cuantos millones para la lucha contra el cáncer, y encima lo apalean. Este es país sin sentido, sin responsabilidad y con una clase política que no piensa sino en instalarse, quieren gobernarlo todo, intervenir en todo y lanzar leyes que solo les benefician a ellos.

Estoy totalmente en contra de la economía sumergida, pero sin iniciativa privada, sin autónomos que se sacrifican, sin empresarios que luchan y crean puestos de trabajo y una gran parte de la población activa que está al corriente de sus obligaciones, no crece el país. No es lícita la persecución y es injusta la abundancia de leyes e impedimentos que restringen las acciones de los emprendedores.

Un país que se lanza en tropel a las redes sociales, insultando y alegrándose por la muerte de un torero, no merece ningún respeto. Es el que tenemos, hermoso, distinto, y por eso nos visitan el doble de turistas, pero en cuanto a la clase dirigente, es egoísta, totalitaria, presume de demócratas, y son los principales culpables de la situación.

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