Ante tantas expresiones en las que la vulgaridad suele estar presente -no solo en nuestra vida cotidiana, sino en los medios de comunicación, que actúan como correa de transmisión en su papel de resaltar las circunstancias del día a día-, resulta muy aconsejable una bocanada de aire fresco que nos ayude a pensar que no todo está perdido en nuestra sociedad. Cuesta, a veces, pensar que esto es posible cuando algunas personas que deben servirnos de ejemplo -políticos, artistas, escritores...- nos demuestran con sus execrables actuaciones que nuestra redención parece imposible.

Pero ante este panorama que la limitada extensión de este comentario no me permite hacer más largo, aparece la Fundación CajaCanarias y nos indica que sí, que todavía hay esperanza, que es necesario insistir, que la belleza y los valores espirituales tiene aún vigencia, a pesar del denodado esfuerzo de sus detractores para erradicarlos de la sociedad. Y logra dicha fundación su propósito deleitándonos un par de veces al año con exposiciones más propias de museos o galerías de arte de renombre universal, en este caso la que ha dedicado a los Madrazo, los reputados pintores españoles del siglo XIX.

Es conveniente ser sincero con uno mismo y entonar el mea culpa. Por ello me apresuro a reconocer que sabía de la pintura "de Madrazo", pero ignoraba "la de los Madrazo". Siempre creí que se trataba de un pintor con una mano extraordinaria como retratista, por lo que es comprensible mi sorpresa cuando la exposición de marras me ha dado la oportunidad de descubrir que son cinco. ¡Y qué cinco! Mis escasos conocimientos pictóricos no me permiten distinguir lo que los técnicos en la materia llaman "una obra de arte" de la que no lo es, por lo que no puedo decir cuál de los señalados fue el mejor -el padre, los hijos o los nietos-. Sin embargo, aun siendo ignorantes en ese sentido, resulta evidente que las sensaciones, los estímulos que experimentamos al contemplar -u oír- manifestaciones más o menos artísticas, están directamente relacionadas con nuestra sensibilidad.

La exposición "El Mundo de los Madrazo" no se debió visitar con prisas, como si tuviésemos que rellenar un hueco antes de asistir a otro acto. No se me ocurrió contar los cuadros expuestos -grandes, medianos, pequeños...-, pero sí puedo asegurarles que muchos de ellos merecen ser contemplados con detenimiento para poder comprender la extraordinaria habilidad de sus autores. La expresión de unos ojos, la delicada textura de la piel de las damas, la simple vaporosidad de los ropajes, nos extasían sobremanera hasta dejarnos "plantados" ante algunos de ellos en un estado que alcanza el arrobamiento. Esta actitud mía me permitió comprobar la de otros visitantes -curiosamente, y no es crítica sino simple apreciación, gente modesta, de barrios, nada de sesudos intelectuales que, aparentemente, están ya de vuelta de esas manifestaciones artísticas-, que también admiraban la pinturas con el mismo asombro que yo sentía.

La exposición estuvo abierta hasta el 17 de junio, o sea tiempo sobrado para que cualquiera se acercara a la sala de exposiciones de la Fundación. Visitas estas, se los aseguro, que se pueden compaginar con los partidos de fútbol de la selección nacional o del equipo del Iberostar. Además, nadie nos va a criticar por actuar así. Últimamente, exceptuando los conciertos que un día sí y otro también nos regalan los divos de la canción actual, la gente se muestra algo remisa a la hora de frecuentar los actos con marcado carácter cultural. Si, desgraciadamente, esa actitud se extiende y nos abocamos a una sociedad desculturizada, no será por culpa de la Fundación CajaCanarias.