A principios de julio despedimos a la persona de antiguos y necesarios valores en un horizonte plagado de dificultades, prisas, intereses y simulaciones. Ahora perfilamos el recuerdo del buen ciudadano, esposo y padre ejemplar, funcionario eficaz y servicial; y, también, del político activo, equilibrado y ético que cumplió con razón y holgura sus responsabilidades y, tal vez por eso, padeció la paradoja de ciertas insidias y mediocridades en el bando amigo.

Escribo de la muerte -tras grave enfermedad llevada con admirable ánimo- de Carlos González Segura (1960-2017) cuya admirable biografía recogieron los medios, y me quedo con la imagen del amigo que, siempre, es la queremos tener de nosotros mismos, porque, por encima de espacios y tiempos, están cuando los necesitamos y nunca dejarán de alentarnos y alegrarnos.

González Segura fue otra excepción en los rumbos cansinos de buscar y transitar sólo por "lo nuestro"; un lector con criterio y un culto conversador que abordó con ilusión y radiante sensatez los asuntos de La Laguna que tanto amó y, con naturalidad y perspectiva , las formas, o la pérdida de formas, de las políticas de moda; un impulsor y colaborador de iniciativas sociales y culturales como "Iconos de la Fortuna", ciclo de inventario y prospección de los activos de Canarias en horas de recesión, o "Derechos para el siglo XXI", batería de ideas y debates sobre la ampliación del marco legal para la cambiante sociedad del mundo globalizado.

Figuró entre los creadores y animadores de "Derecho, Sociedad y Cultura", la fundación promovida por Alfonso Cavallé, decano del Colegio Notarial que, en "el ciclo de las vacas flacas" -valga el tópico para la crisis desatada hace una década y que aún arrastramos- asumió la responsabilidad de promover y mantener actividades y foros libres cuando las administraciones habían dado un paso atrás en esos cometidos por falta de presupuestos y, todo hay que decirlo, de voluntad e imaginación. A la vez que la esperanza luminosa que alienta a los creyentes, existe una suerte de eternidad que proporciona la memoria común y agradecida para la gente digna, grata y notable con la que hemos tenido la fortuna de convivir. Por sus méritos, Carlos contó con ambos avales.