La reforma del sistema de financiación autonómica que se está estudiando por un comité de "sabios", que hará una propuesta al Gobierno de Mariano Rajoy, no va a ser neutral. Habrá ganadores y perdedores. Algunas filtraciones del grupo de expertos ya anticipan que las cosas en España van a cambiar.

Hasta ahora, el Estado español se ha configurado bajo el principio de la solidaridad interterritorial. Es decir, que hay territorios donde se genera mucha riqueza y que aportan más a un fondo común desde el que se redistribuyen recursos a las comunidades más pobres. Para entendernos, es como el impuesto sobre la renta. Los que ganan más pagan más impuestos y con ese dinero se ofrecen servicios (sanidad, educación, asistencia social) a las personas que más lo necesitan, aunque no hayan contribuido pagando impuestos.

Pero lo que es bueno para las personas -que a los que ganan dinero se les exprima como un limón- no es tan sencillo con los territorios. Hay comunidades que están hasta el gorro de aportar miles de millones de su PIB y que se les devuelva bastante poco. Y están forzando la mano para cambiar las reglas del juego. No significa que desaparezca la solidaridad, per sí que va a salir tocada.

Canarias es de las comunidades que peor parada puede salir del invento. Hace muchos años se nos propuso cargarnos nuestras libertades fiscales y aduaneras para integrarnos en la Unión Europea a cambio de una serie de instrumentos y ayudas de Estado y de fondos europeos. Nuestra subsistencia no se basa en vivir de lo que producimos, sino en que estamos subsidiados a través de ayudas al transporte de viajeros y mercancías o a la producción de energía eléctrica o con una fiscalidad al consumo inferior a la del continente. Si el Estado acepta que se recorten los fondos de solidaridad, dentro de un nuevo acuerdo de financiación que devuelva más dinero a las comunidades que más aportan, muchos de esos instrumentos pueden salir tocados.

El caminar de la perrita no anticipa nada bueno para los que tienen vocación de pobres. Haríamos bien en empezar a considerar sacudirnos la histórica modorra que nos ha instalado en un modo de vida de mantenidos. Para empezar, las Islas Canarias es un lugar donde se generan miles de millones de euros que ni olemos. Hay entidades financieras y grandes empresas de servicios turísticos que hacen aquí un gran negocio que deja pocos flecos en los sectores económicos de la región.

Para dejar de depender de otros tendremos que empezar a ordeñar nuestros propios recursos y a cambiar ciertas reglas para poder participar del turismo, que sigue siendo la gallina de los huevos de oro del Archipiélago. Y además, en previsión de que nos lleguen menos recursos del Estado, habrá que cambiar el discurso. Para que dos millones de ciudadanos españoles y europeos vivan en unas islas situadas donde el diablo perdió los cuernos hay que ofrecerles condiciones fiscales y económicas distintas a los ciudadanos del continente. Lo sabían hasta los Reyes Católicos. Pero hay gente que hoy no lo sabe. Habrá que abrirles los ojos.