Las doñas han tomado las calles en un sudor, camiseta de asillas y sin parar de darle caña al abanico en un continuo sofoco. Ya tenemos tema de conversación en la cola de la farmacia más allá de la crisis, la corrupción y los nietos. Si Rafael Alberti suspiraba aquello de: "el mar, la mar/ el mar, la mar/ qué gran tema para hablar", el calor se ha hecho poesía en boca de nuestros vecinos. Digo yo que estamos en verano, que es esa época en la que de vez en cuando viene una olita de calor. Mi amiga Mary Cruz Domínguez siempre me recordaba que para el moro hablar de calor da más calor, y si alguien sabe de calor, generalmente es el moro. El agua fría ya se agota en algunos establecimientos y el salmorejo se vuelve tan nuestro que dentro de nada le echaremos gofio.

Santa Cruz estos días recuerda a Miami, y a ese desagradable clima casi tropical donde la humedad hace que nada más bajarte del avión la camisa se te pegue al cuerpo. Pero si el calor es terrible, más aún lo son los cambios de temperatura. En esta tierra nuestra, el animal no entiende que no hay que poner el aire acondicionado a 18 grados cuando fuera se está a 37; y así es cómo demasiados comercios, restaurantes o despachos profesionales logran que haya más enfriamientos en verano que en pleno invierno. Ah, y como latiguillo veraniego, la doña diciendo que no recuerda ningún verano así. Qué cosas, qué gente.

@jc_alberto