Ahora que el problema estacional del calor vuelve por sus fueros, haciendo discutir a los privilegiados que aún laboran sobre cuál es el grado de enfriamiento de los equipos de aire acondicionado de las oficinas públicas o privadas, entresaco unas consideraciones que estos días han estado en boca de dos personas entrevistadas ampliamente en esta Casa, y que vienen a colación del factor poblacional que inevitablemente agrede a la Isla, que no olvidemos es la mayor y más poblada del archipiélago, pese a la limitación de su territorio bañado por las aguas del Atlántico.

La falta de una política proteccionista del territorio, ha llevado consigo actuaciones municipales o territoriales disparatadas, que hoy ya son irreversibles. Pero como la capacidad del error humano, beneficiada con los intereses económicos, es persistente, tenemos el desastre servido en mesa de especuladores. Así, para no extenderme, me limito a resaltar la declaración de un vicepresidente de una línea aérea, que manifestaba no sentirse alarmado con la posible llegada de 20 millones de visitantes a la Isla; algo que corroboró días después un tecnócrata que dijo no adentrarse en las opiniones políticas, pero que los aeropuertos canarios tenían capacidad para recibir 54 millones de pasajeros; catorce más que los que recibe actualmente. ¿Nos habremos vuelto locos...?

Para empezar, el aumento de carga poblacional asociada al turismo, implica aunque sea de forma circunstancial una obligada expansión de los servicios urbanos pertinentes. Y si alguien lo duda, imagino que habrán leído las noticias relativas al cierre de playas por contaminación de aguas fecales, que se han producido en muchos municipios que alardean de esta sustanciosa fuente de ingresos. Pero no bastaría con esto, si recordáramos el titular que hablaba de la inoperancia de la red de abastecimiento poblacional, unida al sistema de aguas residuales y alcantarillado de muchos municipios del territorio, cifrada su solución en 1.000 millones para materializar dicho Plan Hidráulico. Pero no pararemos aquí en señalar más inconvenientes, entre los que incluimos los sanitarios y su incapacidad actual para solventar los servicios obligatorios e imprescindibles que se prestan a los visitantes de paso, por el hecho de ser ciudadanos europeos. Después está la capacidad de camas turísticas y la necesidad de conceder a voleo licencias de construcción y ampliación de hoteles y urbanizaciones. Y quien señala esto no olvida el deterioro salarial del personal contratado -explotado, más bien- con contrato a tiempo parcial, y aún por sólo unas horas los fines de semana o festivos. Habría que investigar en las oficinas públicas de empleo para conocer las quejas de los fraudes enmascarados sobre cotización que se cometen con cientos de trabajadores, atemorizados con la amenaza de no renovarles el fraudulento contrato en caso de atreverse a una reclamación. Y conste que nos estamos refiriendo al sector Servicios, la industria que más beneficios está cosechando, merced al imparable -y preocupante a medio plazo- crecimiento de visitantes. Está más que constatada la incapacidad sancionadora de la Administración ante estas irregularidades y la incoación de expedientes para la regulación de la disciplina urbanística, que son generadoras de un caos con visos de futuribles.

Si a todos estos señalamientos añadimos el deseo de lucro económico de los que abogan por el aumento de cifras disparatadas de turistas, sin la previsión urbana necesaria para acoger toda esta carga poblacional, estamos no sólo degradando el medio ambiente y los escasos recursos agrícolas que aún subyacen, sino que a lo largo de un plazo no muy lejano la situación será insostenible, mientras esos 20 millones -o el doble como se pretende- sigan aterrizando para disfrutar de las excelencias del clima -desertificación aparte- o un baño en aguas contaminadas de residuos fecales por carencias de depuradoras; o se disputen una cama hospitalaria en el caso de ser asistidos por el desbordado Servicio Canario de Salud. Pero por encima de todo, habrá que cruzar los dedos para que no se produzca un incidente político de carácter internacional, que sea cercano a nuestras aguas, porque entonces lo que reste de nuestro territorio sin degradar será un residuo indeseado a merced de la ambición de unos pocos, que sólo habrán buscado el lucro fácil y les importará una higa la saturación poblacional, acordes con el refrán: "Pan para hoy... Que les cundan las vacaciones mientras puedan disfrutarlas.

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