En los últimos tiempos, se ha dado a conocer, los problemas que algunos vecinos y propietarios de terrenos agrícolas, están tenido en algunas zonas de Anaga, debido a la presencia de cabras salvajes.

Los lugares afectados son: parte alta de San Andrés y Maria Jimenez (el barranco del Cercado, Valle Marco y Camurro), La Punta de Anaga (las Casillas, Lomo de Las Bodegas, La Cumbrilla, Camargo y Roque Bermejo), Las Palmas de Anaga y El Draguillo.

El origen de estas cabras salvajes: animales que han nacido, crecido y se han desarrollado en el medio natural y salvaje, sin la mano del hombre; lo tenemos que buscar en el progresivo envejecimiento de nuestros cabreros, que no han podido hacerse cargo de su ganado o al descuido de los actuales, que durante los últimos años han perdido sus cabras de forma fortuita o por dejación. Todo ello, se ha debido al abandono de la agricultura y ganaría tradicional, que ha provocado la progresiva despoblación del macizo de Anaga.

La llamada Dehesa de Anaga, terrenos que estaban dedicados a pastos, soportaban el pastoreo de cientos de cabras (algunos datos hablan de entre mil y dos mil cabezas caprinas), pero también de vacas y ovejas, aunque en mucha menor proporción.

Para el control de dicho ganado, era necesaria la presencia de los dueños de los rebaños, que actuaban como cabreros propietarios. Para las grandes manadas, eran necesarios varios cabreros. Para que los pastos se respetaran, había una serie de vigilantes pagados por los dueños de los terrenos.

A todo esto, se sumaba la existencia de una "cárcel de cabras" que existía en Taganana y que estaba bajo la jurisdicción del Juez de Paz del pueblo. A este lugar se llevaba el ganado abandonado. Si aparecía el propietario, se le sancionaba y si no, se subastaba.

Todo esto y la tradición oral demuestra que en Anaga no existía el llamado ganado Guanil, una modalidad de pastoreo, que consiste en que los cabreros tenían una serie de cabras sueltas pero controladas, en una zona geográfica determinada, para que varias veces al año, se realizarán las llamadas apañadas.

La Historia, es más necesaria que nunca. Recordar todo esto, nos ayuda a entender el actual problema y no caer en la tentación romántica o idealista de pensar que las cabras, son animales que deben vivir sueltos y en libertar por nuestros barrancos y laderas.

Los actuales animales, que hoy vagan sin control por barrancos, laderas y zonas de cultivos, se mueven en grupos o de forma solitaria y en su mayoría, son ejemplares machos. Están destrozando cultivos y frutales. Los daños también están afectando a las infraestructuras: verjas, vallas, muros y cuartos de aperos. Esto está socavando la moral y las ganas de los pocos vecinos que aún siguen e intentan mantener una agricultura tradicional y de autoconsumo.

A todo ello, debemos sumar otro grave problema, los daños, en algunos casos irreversibles, que estos animales han producido a la flora autóctona y a los endemismos de Anaga. Muchos expertos en la materia "han puesto el grito en el cielo" por lo que está sucediendo. Todo ello, sin olvidar, que hace poco tiempo, se nos concedió una distinción, que entre otras cosas, valora nuestra riqueza natural, paisajística y cultura: somos RESERVA DE LA BIOSFERA.

El Cabildo Insular de Tenerife debe tomar medidas urgentes para solucionar este problema. Conoce la situación y posee informes técnicos que avalan dicha intervención. Bajo la responsabilidad de sus dirigentes queda la solución de este asunto y garantizar la preservación del medio natural, paisajístico, cultural, agrícola y ganadero del Parque Rural de Anaga.

* Secretario de la Asociación de Vecinos Los Pedacillos de San José de Suculum, en el pueblo de San Andrés