El día a día de Maduro es el del más despreciable tirano. Y si antes se preocupaba en disimularlo ante la comunidad internacional, ahora le importa un pimiento. Como cualquier dictador al uso, la pasada madrugada sacó al opositor Leopoldo López de su casa, en pijama y delante de su familia, para meterlo en una furgoneta y llevarlo a dios sabe dónde. Lo mismo hizo con el alcalde metropolitano de Caracas, Antonio Ledezma. Los gritos de los familiares y vecinos que fueron testigos eran desgarradores. Tanto como lo son los vídeos que se sacaron en esos instantes. Con un discurso vacío, una verdad trucada y la fuerza del ejército, Nicolás Maduro mantiene preso a los habitantes del que fuera uno de los países más ricos del mundo y que hoy yace en la miseria.

Los asesinatos, los robos y la desesperación son el acontecer cotidiano de las calles del país. Los resultados electorales se apuntan trucados y la democracia se ha convertido en la farsa de turno para perpetuar al dictador. Me pregunto qué demonios hace falta para que la comunidad internacional se implique en mayor medida, para que quienes tenemos vínculos de sangre con Venezuela hagamos algo por resolver esta tortura, esta matanza, este desgarro. Y si el mundo civilizado no acierta a solventar el conflicto es porque, asombrosamente, el ejército allá sigue con Maduro.

@JC_Alberto