Shaftesbury (s. XVII) escribe al rey indicándole los riesgos de un entusiasmo sin control, tan vivo que no conociera la atemperación. También le ilustra sobre el buen humor con el que se debe afrontar situaciones sensibles, a la vez que critica el mal humor. El entusiasmo bien macerado y un humor primaveral pueden llevar a la virtud y el bienestar.

La primera parte de la proposición podría corresponder al estado de ánimo que reina o reinaba en Cataluña. Parece ser que el entusiasmo ha quedado muy embridado y el mal humor anticipado. De lo que nada decía el filósofo británico era de la virtud de asumir la realidad sin grandes proyecciones finalistas.

Los actuales políticos profesionales del PSOE por lógica han de absolutizar la política, ya que no alcanzan a ver otra cosa que lo iluminado por ese único foco. Viven la política como un espacio autónomo, autosuficiente, cerrado, sin otros dispositivos que los propios, que se retroalimentan. Por eso, ante un reto de la envergadura del golpe de Estado independentista catalán, acuden raudos a manuales para encontrar "Estado federal", aunque de facto, funcionalmente, nuestro Estado autonómico pueda asimilarse al federal. Han de progresar al pasado (esa maldición progre), desempolvar aquella joya intelectual de "nación de naciones", que no aciertan a explicar, confunden y, atragantados, mascullar "nación cultural", sin ni siquiera conocer algo de Herder.

Para los separatistas catalanes resultaría bastante estúpido aceptar mucho menos de lo que están decididos a conseguir de forma irrenunciable. Ofrecer lo que uno ni siquiera ha reclamado resulta muy inferior a lo pretendido y, de hecho, equivale a lo que ya se tiene y se desea superar por periclitado: resulta verdaderamente histriónico y patético.

Es interesante comprobar el desplazamiento de la idea de desarrollo material de la ingrávida izquierda a la derecha, como expresión funcional de progreso real. El modelo de crecimiento de la derecha (que tiene) permite la sostenibilidad del bienestar, pero también pensar, incluso tener principios no retóricos ni absurdos. Pese a la agonía por el politicismo estrangulándola, la socialdemocracia actual debería saber algo de psicología, sociología, historia e incluso tener experiencia personal.

No hay entusiasmos, estados insurreccionales que no conozcan de reflujos (que decíamos cuando jóvenes izquierdistas), cunda la desmovilización, se revalúen estímulos e intereses personales, y sobrevenga, gracias al apagón del aburrimiento, el previsible desencanto. Se trataba de no hacer (ni ceder) y esperar. ¡Muy bien, Mariano! Un pobre socialdemócrata profesional solo entiende de oportunismos y tactismos en su diminuto mundo político falsamente holístico.