El futuro del empleo pasa por nichos de mano de obra en turismo, atención social, educación o atención sanitaria, donde la persona es el centro de la producción, a cambio de que los costes salariales sean más productivos que la despersonalización o inversión en innovación suplementaria de la mano de obra e incluso exista cierta propensión al autoempleo.

La economía sufre la enfermedad de los costes. Y el tratamiento estándar y protocolizado tiende a sustituir, progresivamente, la mano de obra intensiva por la productividad.

Para que esto no ocurra de golpe, tenemos que trabajar en franjas sectoriales y en trabajos de baja cualificación al mismo tiempo que de alta cualificación, pues ambos conforman el flujo de consumo interno que mantiene los empleos apegados a la tierra.

En el sector servicios, un empleado por cuenta ajena o un emprendedor que quiere hacer bien su trabajo no puede duplicar el número de personas atendidas por la propia limitación física de las personas, pero también es cierto que debe hacer el trabajo que se pueda permitir a un coste razonable y una calidad que admita el equilibrio entre mantener su familia y mantener las puertas abiertas del negocio donde trabajan, bien por cuenta propia como por cuenta ajena.

En un entorno de salarios ajustados, los bienes y servicios tienen que ser proporcionales a la renta disponible porque, en caso contrario, las familias prescinden de ellos por otros de menor coste o de más amplia cobertura de necesidades básicas más baratas.

La economía actual se sustenta en salarios contenidos y en la coyuntura de los mercados, cada vez más volátiles. Lo que implica que la cualificación de la mano de obra debe ser más flexible, pues lo que hoy es un negocio en expansión con gran intensidad en la mano de obra contratada, mañana puede necesitar menos costes o mayor automatización, y debemos estar preparados para readaptarnos con mayor prontitud que como lo hacían generaciones anteriores.

Igualmente pasa con el capital, que debe ser lo suficientemente flexible para invertir en progreso y no en sostener de manera insostenible un centro de producción llamado a languidecer.

Al fin y al cabo, el progreso es lo que sostiene el empleo y la renta de un país y no un puesto de trabajo sostenido de manera artificial.

Nuestro deber es crear un mundo de oportunidades sostenibles en el tiempo y estimular a las economías domésticas a expandirse más allá de su barrio, ciudad... o isla.

*Vicepresidente del Consorcio de la Zona Especial Canaria