Estos días surge un problema (nada nuevo) en la producción masiva de alimentos en espacios reducidos utilizando procesos industriales. Hemos pasado de modelos naturales casi artesanales a la concentración de la producción con rendimientos productivos propios de la industria.

Ya hay vacas que son manantiales de 10 o 15.000 litros de leche anuales, o gallinas que inundan la demanda del mercado. Holanda es uno de los mayores productores de huevos del mundo, con 105 millones de aves, y consumen sus 17 millones de holandeses solo el 40% de los huevos producidos, exportando el resto a media Europa.

Las leyes de bienestar animal que aplica la UE han obligado a las granjas a una serie de controles y límites de difícil aplicación. Las granjas familiares son las que más dificultades sufren para cumplir con esas exigencias. Aquí en Canarias un gallinero requiere de más papeles y proyectos que una fábrica de tornillos: llegamos al absurdo de que se impide tener un gallo para no alterar la tranquilidad de los vecinos en cualquiera de nuestros pueblos. Aquí tenemos unas 200 gallinas por kilómetro cuadrado, mientras en Holanda pasan de las 3.000 para la misma superficie.

Sin embargo, lo que ha ocurrido en Holanda debería hacernos reflexionar sobre qué tipo de alimentos queremos consumir. La agencia de seguridad alimentaria NVW ha detectado un problema de contaminación en los huevos por la aplicación a las gallinas de un pesticida (Fipronil) que la OMS considera peligroso y prohibido para el tratamiento de semillas de maíz y girasol por riesgo para las abejas. Millones de huevos han sido destruidos, se han sacrificado cientos de miles de gallinas y más de cien granjas han sido cerradas, con el consiguiente perjuicio económico ante un riesgo sanitario de imprevisibles consecuencias.

Este escándalo se suma a los ya sufridos, como la gripe aviar, las vacas locas, la peste porcina, etcétera. Se pone de manifiesto que la producción masiva de alimentos con técnicas industriales tiene también limitaciones, que las producciones familiares locales tienen mucho que hacer y decir. El hecho de que una cadena de supermercados como Aldi, con más de 10.000 establecimientos, suspenda la venta de huevos holandeses indica la envergadura de un problema creado por una concentración cada vez mayor en la producción y la distribución de alimentos.

La dependencia de la soja y otras leguminosas y cereales, la deforestación para crear nuevas explotaciones intensivas y la práctica totalidad de las nuevas técnicas agrícolas y ganaderas llevan a la "desagrarización" de la sociedad, a un alejamiento total del hombre y el campo. Debemos luchar por la relación entre sociedad y alimentos, entre nosotros y el territorio que pisamos. Ni siquiera en Holanda, que se encuentra en la vanguardia de la tecnología alimentaria de Europa y el mundo, está claro que lo primero es la salud de los seres humanos, por no hablar de otros países (¿quién recuerda la amenaza de la carne de Brasil de hace escasos meses?).

La producción de alimentos es mucho más que abaratar costes y aumentar rendimientos y beneficios. La cultura agraria, la sociedad rural, los alimentos sanos y un equilibrio ambiental son todos aspectos de una misma moneda, son elementos básicos de una sociedad sostenible y equilibrada. Cuidemos lo nuestro, lo local, lo pequeño: el campo canario tiene futuro.