Mientras en otros destinos turísticos se comienza a hacer política sectaria ideologizando de forma y manera violenta el desarrollo de una actividad que para muchas ciudades y municipios conforma su principal y casi única fuente de ingresos y de posibilidad de encontrar trabajo, en Canarias, por el contrario, pensamos que una cosa debe ser cuestionar el modelo turístico que se quiere para cada isla, incluso para cada zona de cada isla, respetando siempre la naturaleza y el medioambiente, y otra cosa muy distinta es practicar la "turismofobia" en forma de protesta violenta y amenazadora atentando contra las personas y contra las infraestructuras y equipamientos de las principales zonas turísticas de nuestro país.

Ahora que España en general y Canarias en particular se estaban beneficiando del cambio de los flujos turísticos que llevan a cabo los turoperadores, que entienden mejor que nadie cuáles son las zonas más seguras o menos conflictivas para desempeñar su labor de intermediación, y mirando siempre por elegir el mejor destino turístico para sus clientes, ahora resulta que surgen algunos grupos de irresponsables, vinculados a determinados partidos políticos nacionalistas y de izquierda radicales y anticapitalistas que, tirando piedras sobre su propio futuro y el de sus lugares de residencia, atacan de forma extremista y cobarde a los turistas que los visitan.

El turismo ha sido y es -al menos para muchas regiones de España- su principal y único motor económico, que, además, ha servido de elemento salvador en los peores tiempos de crisis. Asimismo, ha impulsado y servido como catalizador para sacar a millones de personas del paro. Es, pues, mucho lo que está en juego como para permitir que unos siniestros encapuchados, descerebrados radicales antisociales, logren a través de sus irresponsables y criminales actos de violencia contra personas -da igual si son turistas o no-, y contra autobuses o cualquier otro elemento relacionado con el turismo, incluidas las pintadas en muros o cristales de determinados establecimientos turísticos, ahuyentar, intimidar o meter miedo a quienes nos visitan, buscan hospedaje y consumen, dando de comer a millones de personas que, por otros medios, se encontrarían paradas y/o emigradas. Ya está bien de tanto buenismo y de tanto escatimar la aplicación estricta de la ley, así como el ejercicio de la fuerza por quienes tienen la capacidad legal para desempeñarla en defensa del bien común y contra aquellos que quieren vernos arrastrándonos por el fango, la miseria y la humillación.

Porque una cosa es criticar los posibles modelos turísticos actuales y otra muy distinta es "protestar salvajemente" por el desarrollo de la actividad turística como tal. Todos sabemos que dicha actividad, como otras muchas, ya sean industriales o comerciales, tiene determinados efectos secundarios que pueden afectar al normal desarrollo de la vida de las personas que tienen que convivir con ciertas incomodidades de ruidos, humos, olores o un aumento excesivo del número de personas que a veces duplica a la población residente de algunos núcleos turísticos. Es cierto que determinados tipos de turismo, como el de borrachera, el mochilero o el de las despedidas de soltero son meramente puntuales y muy localizables y que deberían estar mucho más regulados y controlados.

Pero no por ello debemos culpar al turismo de todos nuestros males; de hecho, en Canarias hace algunos años ya que tanto los responsables políticos como los empresarios decidieron que había que optar por buscar alternativas al turismo de sol y playa; y para ello apostaron, con acierto, por un turismo de más calidad, diversificando las opciones que se les puede ofrecer a quienes nos visitan, tratándolos como realmente lo que son: nuestros huéspedes.

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