Dentro de siete años -ni uno más ni uno menos- sabremos la verdad sobre el secreto mejor guardado de Jerry Lewis (1926-2017), muerto a causa de un fallo cardíaco en su casa de Las Vegas. En junio de 2024, la Biblioteca del Congreso de EEUU hará pública la película "El día que el payaso lloró", escrita y dirigida por el cómico en 1972, autocensurada "por su mala calidad" y depositada en la cámara legislativa con la autorización expresa para difundirla transcurrido medio siglo.

Nacido como Joseph Levitch e hijo de artistas, debutó a los cinco años como cantante y participó en espectáculos musicales como corista y meritorio; en la treintena ya había alcanzado las metas propuestas. En el medio siglo compartió el estrellato con el versátil Dean Martin, con el que frecuentó todos los medios, teatro, cine, radio y televisión; fueron una exitosa pareja con un astuto reparto de roles: Jerry puso el exceso y el disparate y Dean el cínico atractivo, seña de identidad del clan Sinatra.

Una sonora ruptura en la cresta de la ola y una enemistad perpetua lo llevó a emprender su aventura en solitario, gracias al mejor contrato de la época: diez millones de dólares por otras tantas películas. De su relación con la Paramount quedaron "El botones", "El profesor chiflado" y "Las joyas de la familia", y su inclusión entre los personajes influyentes de Hollywood.

Encasillado como tipo maniático y entrañable, sus tics y excentricidades envejecieron y provocaron su olvido. Dedicado a tareas filantrópicas, escribió entonces un drama agridulce que tocaba sus raíces: la historia de un payaso que, en los campos de exterminio, entretenía a los niños judíos y los conducía engañados a las cámaras de gas. La ambición y riesgo del relato y la buena voluntad y la inversión del rodaje "no tuvieron el premio de los resultados" y, decepcionado, escondió el film, con la estricta condición de que no fuera exhibido hasta después de su muerte.

Su testamento incluye expresivos ejemplos del humor que, hace seis décadas, divertían al mundo; su trabajo referencial en "El Rey de la Comedia" (Martin Scorsese, 1982); "Funny Bones" (1995) y "Max Rose" (2016), sus últimas actuaciones por las que esperó, en vano, el codiciado óscar; y, naturalmente, la incógnita de su lectura del genocidio nazi.