Yo diferenciaría entre el terrorismo islamista surgido en tierras del islam y en el que entroncan salafistas y wahabistas en un medio estructurado y homogéneo culturalmente, del surgido entre musulmanes europeos en ámbitos desestructurados y de marginalidad cultural. También me plantearía otra cuestión, que es la forma de calibrar el terrorismo desde el punto de vista político, mediático y opinión pública, de cómo se plantearía la misma cuestión en la literatura o el cine. Pienso que se abrirían dos brechas importantes.

El terrorismo islamista del Daesh, en guerra convencional o no, tiene un propósito religioso inmediato y toma las medidas correspondientes. Al Daesh en Irak o Siria le acompaña la religión. Es AK-47 y bandera negra. Mientras, en el terrorismo islamista europeo, no hay asomo de religión: falta la bandera negra. No hay inmediatez, simbología, rituales religiosos. El islam es una inspiración para personas antes alejadas del islam (el rasgo común), convertidas de urgencia a una superficial devoción, sin haber desarrollado la piedad religiosa. Estaríamos hablando de, como dejó escrito André Glucksmann en "Dostoievski en Manhattan" -a cuenta del 11-S-, de mero nihilismo, de nihilismo puro. Prevalece la negación, el sinsentido, el odio, resentimiento, victimismo, la putrefacción (envidiada: aquí el conflicto) del Occidente cristiano y democrático liberal. En lo que convergen en un frente de compresión, exculpación objetiva y coincidencia en la negación y denuncia, con Podemos y sus mariachis. En el gran sindicato del odio a Occidente, valores y forma de vida.

Los abuelos de uno de los terroristas han dicho en Marruecos que su nieto se educó en España, ergo allí no se ha engendrado el mal. Eso y su integración en Cataluña son importantes.

Segunda cuestión. Sí considero preciso distinguir las conclusiones políticas, mediáticas y en redes, de las cuestiones psicológicas, morales y educativas a las que se remiten, aunque para disolverlas en argumentos políticos. El monolenguaje. El terrorismo islamista europeo utiliza el islam como exutorio y coartada para superar la oclusión de vías de identidad y sentido de vida. Aunque también vieja cuestión de humillación y resentimiento, pero hasta ahí, inocua. El escritor italiano Edmundo de Amicis ya vivió en Marruecos a finales del XIX esa experiencia.

Pero más interesante es el libro "Infieles", del joven novelista marroquí Abdelá Taia, que habla de vericuetos y vacíos que el alma humana (no solo musulmana) transita hoy según contextos (Bélgica, Marruecos y Egipto), en el que la religión es un potente, imprevisto y confuso sedante para ausencias y vacíos ontológicos. No religiosos.